jueves, 24 de diciembre de 2020

La política y Pau Donés

Escucho desde hace un tiempo un par de canciones de Pau Donés. Nunca seguí a este músico, ni a él ni a su obra, pero por sus especiales circunstancias fijé recientemente mi atención en él. En sus últimos días y meses siguió con una llamativa obstinación haciendo su arte, sabiéndose desahuciado pero mostrando a la vez su música y su tozudez. Dudo que tuviera intereses comerciales detrás, poco le importaría todo eso ya. Mejor o peor, más bonito o más feo (a mí me parece bonito) me fascinó la pureza de su empeño.

Hoy día, en nuestra sociedad, encontrar una veta pura de algo, sin elementos espurios, es complicado, no tanto porque no existan, sino por la sombra de sospecha que hemos consagrado en torno a todo: las palabras son cambiantes, las emociones ambiguas e indefinidas, nuestro altruismo cotiza en instagram... nuestra sociedad se cimenta también sobre hipocresías. Cuestiono la aparente pureza de casi todo lo que veo. Lo cual no significa que no exista lo bello y lo sublime (la belleza es muchas veces hermosamente sucia). 

Hablando ya de política estamos en una sociedad desde la que dudo que se ejerzan los ideales. Se inmiscuyen el poder, el ego, intereses económicos, buenas intenciones (por qué no), envidias, inercias, corporativismos... y de ello salen cosas buenas, regulares o malas. No hay ningún político al que admire, ya no, no se prodigan en ser coherentes, sino funcionales, no tratan de defender verdades, sino de negociar intereses, no hay ideales, tan solo eslóganes y mercado, más acertado sería hablar de marcas que de siglas. Y esta es la sociedad que hemos construido, en la que el canto de un moribundo luce con furor.

Estamos sin referentes, sí, políticos, pero también (tampoco) sociales: no hay figuras que se admiren por su (maldita) coherencia, al menos no muchas. Hubo un tiempo en el que se creía en esa metáfora de la semilla, que muere para dar vida. Los valores que hoy nos rigen no permiten que nadie renuncie a la búsqueda del éxito constante y sostenido, no se nos ha enseñado a renunciar para conseguir, y eso va en contra de la sinceridad, tan disfuncional, y a favor de la posverdad, tan ambigua. Y ahí vivimos, entre quejas y disfrutes, ciertamente desorientados sin entender con exactitud qué es lo que somos o qué es lo que podemos exigir. El resto son aromas de un pasado que aún nos evoca algo.

Gracias Pau por ser luz.

sábado, 16 de mayo de 2020

Nueva normalidad

Dos palabras que funcionan como una buena síntesis del pasado a la vez que da pistas del futuro. Una nueva normalidad implica una normalidad que ha quedado obsoleta, superada por las circunstancias,  implica que ha pasado algo que nos afecta profundamente y se ha de instaurar una nueva normalidad a la que algún día querrán que llamemos solamente normalidad. Y estamos en ese incierto escribir, en esa indefinición que nos asusta, sabemos que cambiarán cosas, y estamos expuestos, vulnerables, nerviosos, a expensas de gente en la que nos cuesta confiar, viendo negligencias, partidismos, populismos, fanatismos, etc. No somos aún conscientes de los cambios que tendremos, la historia no se asimila en unas semanas, su regusto se comienza a intuir desde las retrospectivas. Cambiarán aspectos de nuestra cultura, habrá titubeos, aciertos y desaciertos, pero detrás se verá una tendencia que marcará una dirección. Nos estamos moviendo, aunque hoy nos sintamos tan quietos. Son tiempos convulsos, no menos que un terremoto social, que engullirá gente, abrirá grietas, generará diferencias, abrirá oportunidades... Tendremos que esperar a que el polvo de este sismo sea poso en nuestras suelas, y así poder ver, porque aún seguimos ciegos. Habrá, como en todo cambio, adaptados e inadaptados, afortunados y desafortunados, temerosos y valientes. fuertes y débiles... Todos tendremos una historia personal que contar (y quizás más predispuestos a contar que a escuchar...), pero más importante que eso, todos tenemos una historia que escribir. 

martes, 5 de mayo de 2020

Razón

Creo que llevo razón en casi todo (ahí entra la cuota de modestia que me impide decir que en todo). Tengo la claridad suficiente para poder afirmarlo, en mi cabeza se conducen los razonamientos, todos lógicos, y mi postura intenta ser ecuánime, cuando procede, indiferente para temas banales, o diáfana si la ocasión lo merece. Y no deja de sorprenderme que los demás no lleguen a esas mismas conclusiones.
Introduzcamos el matiz: no creo que lleve LA razón en casi todo. Me siento perdido en ese asunto, por no poder no puedo ni afirmar que exista esa Razón.
Creo que hay muchas razones, muchas válidas, y contrapuestas en ocasiones. Y nos agarramos a la nuestra como si fuese de nuestra familia, como si la hubiésemos gestado o adoptado, sabiendo que nuestro enfoque es uno de tantos, como en el elefante de esa fábula budista.
Expuse mi tesis (creo que llevo razón en casi todo), la antítesis (no creo que lleve la razón en casi todo), falta la síntesis.
La síntesis dice (digo) que aunque sea una razón parcial e incompleta, como Gödell demostró que eran las matemáticas, debemos honrarla, defenderla y lucharla, desde el respeto, para no caer en un inmovilismo relativista.
Y todo esto que he contado, recapacitando, creo que no tiene ligazón con ninguna realidad política, me resistía a ello... Sería suponer que la lógica que rige la política es una lógica de valores, cuando en realidad la lógica que impera es una lógica de mercado, donde toda palabra es una mercancía.

viernes, 1 de mayo de 2020

Infinito

Pensaba yo el otro día, dentro de la vorágine de sentimientos que nos inunda, sobre la extraña sensación de calma o armonía que nos sobreviene cuando estamos en la cima de una montaña, o en una posición bastante elevada respecto al resto, y observamos el horizonte, ancho y vasto. Buscaba yo la explicación de por qué siento un atisbo trascendente cuando veo esas tierras de cultivo, casas, muchas casas, árboles y demás. Comentándolo hoy con un amigo me sugería que podría ser, según había oído alguna vez, un vestigio de un saber ancestral donde, controlando con la vista el horizonte, constatamos la ausencia de cualquier peligro inminente, y como una suerte de mecanismo atávico, activaba esa sensación pausada. Hoy día los peligros no se ven venir como si fueran huestes de soldados, pueden flotar invisibles en el aire, o pueden estar incluso dentro de nuestras cabezas.
En cualquier caso yo creo que la inmensidad que percibimos tiene un efecto calmante, y tiene que ver con la geografía percibida, es una percepción visual; no imagino un ejemplo similar pensando en el sentido del oído, o del olfato. La sensación está ligada al sentido de la vista, y la vista abarca una inmensidad geográfica, con su orografía, con sus millones de píxeles de información relativamente estática, y para mí es más sentirnos parte de esa enorme inmensidad recién constatada lo que nos produce placer. Exagerando no poco podríamos decir: soy los ojos que ven el infinito.

lunes, 30 de diciembre de 2019

Deseos políticos de fin de año


Como deseos y reflexiones de fin de año: 
No confundamos lo importante con lo accesorio. No nos dejemos llevar por las agendas impuestas, saquemos tiempo para recuperar los otros temas de los que no quieren que se hable. No olvidemos sus mentiras. No olvidemos que negros o blancos todos somos humanos. Confiemos en las personas (pero si un timador nos dice que no nos tima puede que nos esté timando). Salvar nuestro planeta nos obligará a cambiar hábitos, y no, el dinero seguirá sin poderse comer. Seamos críticos, y desconfiemos de los eslóganes fáciles, la realidad suele ser más compleja. 
Y busquemos siempre la felicidad, pero no a costa de alguien.

domingo, 22 de diciembre de 2019

Bendita hemeroteca: el lenguaje como moneda devaluada


De un tiempo a esta parte se han instaurado costumbres periodísticas basadas en la comparación de declaraciones de una misma personalidad política en diferentes momentos, maldita hemeroteca, por hacer branding, bendita hemeroteca diría yo, y de esta actividad podemos resumir que:
  • Declaraciones contradictorias, según el interés del momento, son la tónica general de nuestro funcionamiento político. El que hoy defiende A, mañana denigra A, según haya cambiado alguna coyuntura. Y el que ayer atacaba B, hoy defiende B, y lo explica con una naturalidad pasmosa, con argumentos autoevidentes.
  • Sabiendo lo anterior, tan generalizado, nadie hace por que pase algo, no hay una responsabilidad detrás, nadie exige la más mínima responsabilidad, tan solo se usa como metralla cruzada.
  • Nadie hace nada porque la práctica totalidad de los actores políticos está en el mismo juego, todos parecen tener los principios a los que aludía Groucho, que si no gustaban siempre tenía otros. Y el que está limpio tiene como mochila un partido con gruesas contradicciones al que tiene que defender si quiere mantenerse en su estructura.
  • A los votantes parece que nos vale, es como un ruido ambiente. Como todos están en lo mismo es como si ninguno tuviera culpa, y en definitiva no pasa nada.
  • El drama está en que aceptamos vivir en las palabras precarias, sin compromiso, coyunturales, hemos aceptado el divorcio en la verdad. Una verdad ya no es hasta que la muerte nos separe (hasta que el universo deje de existir), una verdad es hoy verdad hasta el momento en que ya nos interese, entonces haremos un divorcio exprés y constituiremos una verdad alternativa, distinta más adaptada a nuestros intereses en ese momento (¿la famosa posverdad?)
  • Estamos perdiendo la utilidad del lenguaje, lo estamos subyugando en exceso a nuestros intereses. Hablar gozaba de una cierta objetividad, al decir que algo es azul describimos algo objetivo, ajeno a juicios. Hoy lo estamos reconvirtiendo a algo transitorio, perentorio, poco de fiar. Lo que antes valía como palabra hoy necesitamos firmas y certificados, para poder fiarnos. La palabra es moneda devaluada, no sirve para comprar certezas.
El análisis debería ser más amplio y no ceñirse únicamente al ámbito político. Sí es cierto que en este ámbito se expresa y se aprecia sin tapujos. Pero intuyo que es un síntoma que concierne al conjunto de la sociedad, a dinámicas que ocurren muy dentro de nuestro funcionamiento como cultura y sociedad.



lunes, 2 de diciembre de 2019

Música

Hablando de todo un poco. La música, de un siglo a hoy, adquirió nuevas dimensiones, cambiando las reglas del juego, anteriormente las principales variables eran la armonía y la melodía, hoy, entre otras evoluciones, la música también tiene algo que yo denomino “textura”, armonías sencillas que algunos dirían simples, pueden ser sublimes, pues los matices que pueden aportar los sonidos generados, con mil aristas, con cien texturas, aportan nuevas dimensiones a la creación. La nota “sol” antaño arquetipo al más puro estilo platónico, puede ser hoy un universo en sí mismo, puede ser una mezcla de texturas que despierte sensaciones nunca vistas, a través de sintetizadores y procesamiento del sonido. Abordar hoy algunos estilos de música requieren una aproximación artística que sólo puedo comparar a un acercamiento “cuántico”, el procesamiento lógico y enumerable es incapaz de abarcar la profundidad del asunto, debería ser un procesamiento cuántico humano, lo que llamaríamos intuición, lo que podría gobernar de alguna forma las miles de variables que se han añadido, para, al final, y de una forma imposible de explicar, se goce de un resultado que sólo podría considerarse de artístico.
Hoy sólo quería eso. Lanzar esa sensación al cerebro del que lo lea, sin hacer explícito el contraste frente a la política atávica que nos impregna.