La política nace de las ideas, claro, y diferentes ideas dan
lugar a diferentes corrientes políticas, que se engloban en diferentes
partidos, que ya según su afinidad se unen o, por qué no, permanecen separados.
Y de entre todos, uno, en soledad o en acuerdo, gobierna, lo cual significa que
sirve a todos los ciudadanos, tengan las ideas que tengan.
Un problema, del que hablamos hoy, surge cuando la política
en vez de limitarse a crecer desde su imaginario utópico, se pervierte y se
limita a servir a sus ideas; han revertido el flujo, porque lo natural es
servir a los ciudadanos desde el matiz que representan, algo falla cuando
dedican su esfuerzo a prestar servidumbre a sus imaginarios.
Hoy lo digo concretamente por los independentismos, al
menos tal cual los vemos hoy en Cataluña. Orientan su existencia
diaria a conseguir ese objetivo, reorientan cualquier suceso y lo traducen a
términos de conflicto siempre con esa entelequia de libertad por conseguir. Da
igual que sea un atentado o una visita oficial, todo va a ser enfocado desde
una perspectiva de confrontación en oposición al Estado opresor. Han inventado
una nueva realidad donde se han olvidado de servir a su gente. Ellos son, y se
sienten, un vehículo para la independencia, siendo ese precisamente el
problema, que son únicamente un vehículo para la independencia, y en el
camino se han olvidado de mucha gente y de su obligación con ellos.
Otros aires serían si reivindicaran la independencia de una
manera racional y responsable, todo se puede hablar, ¿por qué no? Pero hoy, con
muertos aún calientes, sus vicios libertarios y su necesidad de confrontarse
sobran tanto…