jueves, 20 de diciembre de 2012

La maldad y la Sanidad


Por creer hay días que creo también en la maldad.

Siempre he intentado dar valor a las ideas que menos me gustan, porque sé que también son legítimas, porque estando más o menos acertadas presupongo la buena fe en ellas, o al menos un notable porcentaje de buena fe. Casi todo, en la palestra política de mi país, es defendible desde los tan trillados valores democráticos, lo cual no quita que está en abierto desacuerdo con muchas decisiones.
Siempre he creído que los malos eran la excepción que era necesario denunciar y erradicar,  pero que la existencia de un malo no deslegitima una idea. Nunca se ha tratado de derrocar ideas.
En el peor de los casos serán ideas que pueden ser etiquetadas de oportunistas, populistas, inadecuadas, insuficientes, cobardes, injustas, perpetuadoras, sordas, equivocadas, incomprensibles, etc. Pero siempre existe el margen más o menos grande o pequeño que aporta un mínimo de legitimidad.
Pero hoy es un día en el que creo en la maldad, se me acaba mi eterna capacidad de consenso, se me acaba toda la presunción de buena fe, porque en esta ocasión pienso que la ocasión lo merece.
Y es momento de dejarse de abstracciones y hablar de concreciones. Pongamos que hablo de Madrid.

La derecha de nuestro Madrid dice que cree en la privatización de la Sanidad, y a mis ojos, la perversión que implica es excesiva. En nuestra sociedad la sanidad está muy relacionada con la humanidad, al menos la sanidad de mínimos, al menos la sanidad pública.
En pocas lineas:
- Si una empresa privada gestiona la sanidad va a buscar el beneficio económico
- El beneficio económico es abiertamente contrario en ocasiones a unos criterios básicos de humanidad (hay enfermedades rentables frente a otras no rentables)
- Hay una crisis económica mundial y fuertemente local
- Hay que ahorrar
- Ellos (aquí son más "ellos" que nunca) creen que privatizando se ahorra.
- Ellos no contemplan optimizar lo existente
- Ellos tienen que saber que privatizando la gente enferma no rentable (crónicos, mayores, enfermedades largas o raras o con costes de tratamiento caros) es de repente mucho más vulnerable
- Ellos aplican literalmente el axioma capitalista de "privatizar beneficios socializar pérdidas", porque están reconvirtiendo hospitales públicos para que se ocupen de los enfermos no rentables, y dejando a los privados especializados en el "aquí te pillo aquí te cobro"
- Ellos no quieren salvar lo público, no quieren introducir lo público en criterios de eficiencia, y ellos podrían hacerlo si tuvieran voluntad, porque ellos son los que ahora hacen las leyes

Y tantas líneas se resumen para mí en esto:
Se abre una encrucijada y se puede apostar por la sanidad pública (existente) o por una sanidad gestionada de forma privada.
- Lo público, con sus fallos y disfuncionalidades se ajusta más a un criterio de universalidad (te curaré aunque sea caro)

- Lo privado, con sus virtudes, tiene el objetivo de hacer dinero a través de la gestión (te curaré si me es rentable)

Para que la sanidad privada funcionara habría que implantar desde lo público un estricto sistema que asegure que se respetan rigurosamente criterios de humanidad, y la humanidad en la sanidad es más que imprescindible.
Si no se implanta ese hiper-estricto sistema se cae en el riesgo más que evidente de que la empresa privada busca el dinero a costa de la desatención de muchos enfermos no rentables.
Hasta ahora no se ha hablado de implantar dicho sistema. Incluso su implantación sería difícil y costosa.
A día de hoy, los responsables de esta decisión públicamente no dan ninguna cifra del potencial ahorro que supone el cambio de sistema, pese a que se les pregunta. Por tanto se mueven en la incertidumbre.
Lo único claro es que perdemos un criterio de humanidad e introducimos la necesidad del beneficio económico de empresa.
Y es esa ausencia de alternativas desde el gobierno, es ese "privatizar la sanidad a cualquier precio" el que me hace pensar que realmente ellos están sirviendo hoy al dinero antes que a las personas. Porque son demagógicos para defender sus ideas privatizadoras, porque no dan cifras, porque no quieren considerar alternativas.
Ampliando mi consideración inicial solo veo dos alternativas:

El dogmatismo o la maldad. O ellos han deificado el dogma de la privatización o ellos prefieren servir al dinero (beneficio económico de empresas) antes que a las personas.
Porque la derecha, en su mejor acepción, cree que puede ayudar a las personas apoyando en primer lugar a las empresas (son pro-empresas). Porque la derecha, en su peor y actual acepción, opta por apoyar a las empresas en contra de las personas.

La Sanidad creo que aporta un balance de pérdidas (es caro mantener un buen sistema de salud que atienda a todos por igual según su dolencia y de la mejor forma posible), pero es un servicio fundamental básico en nuestro modelo de sociedad (y de desarrollo). Y yo creo en que hay que minimizar esas pérdidas lo máximo posible.  Pero la empresa privada que entre no se va a ocupar en minimizar las pérdidas, se va a ocupar de obtener beneficios, y lo hará a costa de personas.

Hoy creo en la maldad de ellos, los que, haciendo oidos sordos a cualquier argumento, actúan en contra de las personas.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Manifestaciones


Podría establecerse una simple categorización de los tipos de manifestaciones:
- Manifestaciones masivas: para nuestro caso, España, sin trazar límites precisos, aquellas aplastantes y mayoritarias capaces de sacar millones de personas a la calle. Manifiesta un sentir muy extendido, suelen ser hechos que conmocionan a la opinión pública (p.e. no a la guerra) o que tienen una base social muy amplia y eventualmente movilizable (p.e. defensa de la familia).
- Manifestaciones amplias: las más malinterpretadas y difamadas, como se explicará a continuación. Son aquellas capaces de reunir una gran cantidad de gente en las calles, miles de personas, cuentan con una notable cobertura de los medios de comunicación y están sujetas a una malsana dialéctica políltica
            - Grupos afines tildarán de éxito la actuación y se atreverán a pedir imposibles (dimisión del Gobierno, convocatoria de elecciones, etc.)
            - Grupos no afines ningunearán el grupo y sus objetivos y lo afrontarán como se afronta una gripe, se pasa y ya está
  Al final se comentan errores típicos de ambos grupos
- Manifestaciones reducidas: reúnen hasta cientos de personas. Son generalmente:
           - Temas que no despiertan el interés de los mass media y no existe una movilización social coordinada, causas legítimas olvidadas
           - Grupos radicales con ideologías radicales, que se caracterizan por una alta capacidad de movilización de sus escasos miembros

Hablemos de las manifestaciones amplias:

-Errores de los grupos afines:  por muy nobles y justificados que sean los fines hay objetivos que en una primera aproximación están fuera del alcance de manifestaciones de este tipo. El cambio social no se articula desde la manifestación de miles de personas. Cambian más diez personas influyentes que mil ciudadanos de a pie. Sí actúan desde lo simbólico y sirven para redefinir líneas de acción para, aquí sí, amplios colectivos, pueden servir como punto de partida para convencer conciencias.
-Errores de los grupos no afines: ningunear es ondear de forma pirata la bandera de la legitimidad. Ellos definen ellos deciden. "La mayoría silenciosa que no se manifiesta" se viene oyendo recurrentemente ya hace años con diferentes manifestaciones amplias. Esos sicarios del oportunismo no se detendrán en estimar el apoyo  real que una manifestación tiene entre el conjunto de la ciudadanía, porque no les interesa. No hace falta manifestarse para estar de acuerdo con unas reivindicaciones, aquí sería interesante una encuesta de interés sobre el tema, pero los que pueden hacerla se encargarán de no permitir ese riesgo. 
Dentro de esa estrategia se tiende a criminalizar a los manifestantes, principalmente:
  - A los manifestantes de izquierdas se les criminaliza como violentos, antisistemas, (despectivamente) perroflautas, etc.
  -A los manifestantes de derechas se les criminaliza como retrógrados y conservaduristas (también de forma despectiva)

La reivindicaciones de la gente en la calle se enfrenta con la lucha de los políticos por la apropiación de los símbolos.
Miles de personas en la calle reflejan una sensibilidad latente y sobre todo existente en el conjunto de la ciudadanía. El gobierno al mando trata de deslegitimar aquello que se pretende destapar y para ello se apoya en el ejercicio de la violencia "legítima" (polícía), en la acción de los jueces (no separados del resto de poderes y por tanto "al servicio de") y sobre todo en la mencionada apropiación de los símbolos (son pocos, no llevan razón, son violentos, quieren reventar la democracia, quieren dividir el país, quieren destruir la familia, etc.) con proclamas cercanas a lo panfletario
En todos los casos nos alineamos y en ocasiones nos alienamos con determinadas ideologías, rebañamos los matices y establecemos un acto simbólico generalmente unidireccional con la acción de la manifestación, lo cual es una herramienta útil dentro de las dinámicas de la sociedad y por ello necesaria y a salvaguardar.

 Conclusiones

A modo de conclusión: ¿qué no interesa en las manifestaciones amplias?
- No interesa  conocer sus límites
- No interesa conocer su grado potencial de apoyo
- Por ello no interesa darles trasparencia desde el ámbito político: el que es afín cree que ha cambiado el mundo, maximizará las pretensiones a sabiendas del fracaso semi-absoluto de las mismas, el que está en contra - al poder - no se esmerará en utilizar herramientas de la sociología para ver el grado de impregnación y afinidad de los objetivos reivindicados en la ciudadanía.
AMBOS deberían establecer puntos de encuentro para comenzar un diálogo, porque lo manifestado, ni tanto ni tan poco, pero existir existe, es una realidad que debería afrontarse, y habitualmente la política se limita a mantener posiciones y a enturbiar de acuerdo a sus intereses

martes, 7 de agosto de 2012

Cabezas acomodadas





Nadie debería vivir dentro de su propia cabeza acomodada. Y sin embargo gente inteligente habita en su acomodación con argumentos de este tipo:
1         Lo que hacen los ajenos es injustificable e indignante
2         Nuestros fallos son siempre comparables o equiparables a los fallos de los otros (réplicas del estilo pero ellos…)
3         Nuestros fallos son fallos desde el desconocimiento y carecen de malicia, o en su caso nos remitimos a (2).
4         Se están malinterpretando nuestras palabras, hay medios de comunicación que sirven a los otros y el hecho de resaltar las palabras inadecuadas es un ejercicio de malicia. Dentro de nuestro grupo nos remitimos a (3)
5         Los medios de comunicación que sirven al contrario manipulan, los nuestros informan objetivamente contentos de haber reconocido las ideas que nos hacen avanzar. Los medios de comunicación del contrario se acogen al argumento (4) y deben ser cuestionados por defecto y si es posible deben ser proscritos.
6         Nuestros excesos, en el caso de que se pudiera interpretar que los tenemos, son necesarios para equilibrar la balanza que tan vilmente ha inclinado el grupo contrario. En ningún caso lo empezamos nosotros.
7         Se hara memoria de las cosas sólo en el caso de que nos beneficie y se hablará de superar el pasado siempre que nos perjudique
8         Nuestras juventudes políticas son ocurrentes, las juventudes del adversario son ofensivas.
9         La investigación y/o persecución del adversario es una cuestión de mera justicia , de control necesario para que no abusen de su poder. Si es sobre nosotros lo llamaremos siempre persecución politica.
10     Todo lo que esté hecho será criticable. Y lo que no esté hecho también. Siempre existen argumentos. Ya lo hacían los sofistas.
11     En ausencia de otras consideraciones y razonamientos remitirnos a (1) siempre es válido.

Por favor, un poquito de rebelión contra nuestras cabezas acomodadas.

domingo, 13 de mayo de 2012

15-M (15 opiniones sobre 15 mentiras)

Esto va por graciosos, por salados, premio tonto a su provocación, análisis de su peculiar extremidad, perdón, extremismo, oído cocina a su extremo interés a la destrucción de ideas y conceptos, desacreditación gratuita (realmente a 1,30 euros), etc. ¿En qué lugar quedan los que se empeñan en destruir legítimos sentimientos e intenciones? En un lugar no muy deseable, ciertamente. Siempre pensé que era más bonito construir y tender lazos que destruir y mezclar mentiras (que siempre se forma mejor engrudo que atenerse a la razón). Va por vosotros, provocadores y destructores, con una sonrisa para vosotros, gratuita e irrompible, en mi caso. Por vuestra portada de hoy 13 de mayo de 2012. La Razón, por decir nombres. Os cito y os respondo, (por si)/(porque) no os enteráis:  

1. Es mentira que se esfuercen en proteger las raíces de la democracia. Las arrancan de cuajo y sin contemplaciones siempre que violan las leyes y disposiciones de las autoridades, algo que han hecho a menudo y enfundándose en un cínico victimismo La democracia es dinámica, también evoluciona, también se lucha. Las leyes, no olvidéis, pueden ser clientelares, responden en ocasiones a sus amos. Si el gobierno decide hoy que es ilegal que yo esté en una plaza a partir de las 10 de la noche y asimila esta unilateralidad a la legalidad ellos me convierten lógicamente en ilegal. Es una semántica al mejor postor. Es mentira, razonistas, que nadie arranque de cuajo nada.

2. Es mentira que estén desligados de los movimientos antisistema. No propugnan la reforma del actual estado de cosas sino, por subversiva elevación, la destrucción del orden establecido para levantar otro: el clásico sueño utópico de no pocos totalitarismos. Demagogia. Reducen antisistema a malo, y lo reducen a una sola palabra. Antisistema es amplio, puede ser un abuelo que no ve justo el progresivo privatizar de la sanidad, o puede ser un joven que no entiende cómo se ha hecho para llegar a un punto en el que no tiene oportunidades laborales, o puede ser una persona que no entiende por qué la especulación millonaria de los bancos se paga impunemente con dinero público. Todo esto puede ser estrictamente antisistema. Ellos, los razonistas, se esfuerzan por asociar antisistema a violencia, cuando no creo que en asamblea nadie apruebe ese uso de la violencia. Un cero a los razonistas por simplistas.  

3. Es mentira que presenten herramientas concretas para el cambio. Simplemente han trazado unas líneas-fuerza y objetivos a conquistar, muchos inaceptables en el mundo desarrollado y en la Europa civilizada, menos bien entrados ya en el siglo XXI. Prepotentes los razonistas; el cambio puede empezar legislando la honradez, por citar una gota en un océano. Si quieren erigirse en doctos deberán esforzarse más que lanzar argumentos menos propagandísticos y más fundados.

 4. Es mentira que defiendan a los políticos responsables. Los han criminalizado en su conjunto confundiendo deliberadamente a justos con pecadores, a ejemplares con incompetentes, a formidables gestores con ladrones y gorrones, negándose por añadidura a condenar casos flagrantes de corrupción protagonizados por cargos públicos y sindicalistas de «la izquierda». Son de dominio público actos contra PP, PSOE e IU. Sección de autocrítica, puede que se haya pecado de criminalización en su conjunto. Hay políticos honrados, por supuesto, pero duelen tanto los otros… Hubo un gobierno de una comunidad que dio 15 millones de euros a un arquitecto por presentar un proyecto de unos edificios (y una preciosa maqueta), ¿no es para clamar al cielo cuando para este caso está institucionalizada la impunidad? Me solidarizo en este caso con los injustos indignados.  

5. Es mentira que defiendan a quienes están sufriendo la crisis. Sus salvajes estragos han generado pérdidas extraordinarias a honrados comerciantes que luchan cada día por sobrevivir y que han visto atacados sus derechos, sus libertades y sus propiedades con daños calculados en decenas de millones de euros. Salvajes estragos: literatura barata. Daños calculados: cuestionable. Sol estuvo en obras durante más de 2 años, nadie arremete contra eso ni contra los perjuicios que eso tuvo. Han salido datos, el turismo en la capital ha aumentado desde el año pasado, ayer según medios razonistas las tiendas seguían abiertas con total normalidad, traducido a oídos sordos: decenas de miles de personas respetaron la apertura de los comercios. La mentira parece mentira.  

6. Es mentira que quieran más democracia y que la soberanía resida en el pueblo. Propugnan, simplemente, la ruptura hacia un modelo mixto de perfiles socialistas, comunistas y anarquistas: en absoluto se sienten incómodos con experimentos como los bolivarianos, que tanto daño han hecho a las sociedades abiertas ¿Bolivarianos? Algún razonista está subscrito a demasiados panfletos de su palo. Se podría debatir mucho lo que aluden en esta frase. Como poco debatir mucho. Aunque usen su nombre no pueden acaparar ellos la Razón, no gratuitamente (tampoco a 1,30€).  

7. Es mentira que sean pacifistas. Han cruzado la línea de la desobediencia civil o la objeción de conciencia, ejerciendo la violencia a través de tácticas de guerrilla urbana que en casos concretos como en Cataluña han representado una verdadera vergüenza nacional Ayer fue un ejemplo de algo, creo. La portada razonista de ese día después es claramente falsa. Aluden a episodios violentos como los de Cataluña. Hay violentos que deben marginarse dentro del movimiento y se hacen esfuerzos para que así sea. ¿Guerrilla urbana? La policía parece ejército. Y el ejército siempre fue a los fuertes lo que la guerrilla urbana fue a los débiles. Y no justifico nada. Ayer hubo paz desde la indignación.  

8. Es mentira que crean implacablemente en el sufragio. Si no hubiese partidos de su gusto a los que poder votar, ya habrían fundado uno (superando su pereza y trascendiendo sus alborotos) para poder ejercer un derecho político y constitucional sagrado en la modernidad Cortos de entendederas. Es posible creer en algo que no sean partidos. Denigrante que hablen de pereza, decenas de miles de personas se han coordinado para articular una esperanza de una forma en la que pocos precedentes hay. Aquí llego al punto de recriminar a los razonistas una clara maldad. La ignorancia es perdonable, la maldad da asco.  

9. Es mentira que se rebelen contra toda forma de injusticia social. Carece de toda justicia que, en su obsesión por privatizar los espacios de todos por la vía de los tenderetes, hayan hurtado a compatriotas corrientes y molientes de su libertad de movimientos llegando a dañar la propia salud pública. Demagogia. Siempre es un argumento de los destructores. Si clamo por los derechos de los animales siempre me dirán que por qué no lucho por lo de las personas. Si lucho por mis compatriotas siempre me dirán que por qué no lucho por los países en vías de desarrollo. Si lucho por los países en vías de desarrollo siempre me dirán que qué hago intentando arreglar el mundo, que cambien mi entorno. No entiendo lo de la salud pública, ahí el corto de entendederas soy yo. Al igual que lo de privatizar espacios públicos, yo lo veo como darle un uso temporal. No alcanzo a entenderlo en su magnitud. “Obsesión por privatizar los espacios de todos”, esto trae muchas ideas a mi cabeza. Solamente una: ¿nadie “razona” sobre la privatización de las aceras en beneficio de las terrazas de los bares? Ah, perdón, los bares pagan con dinero esa ocupación, y se da la situación de que la acera (espacio público y de todos) sólo está ocupada por los que pagan (bares) y los que pagan (clientes).  

10. Es mentira que sean solidarios. Si así fuese, no estarían ocupando las plazas de España sino, de forma callada, ayudando a servir platos de sopa a los hambrientos y los pobres que se multiplican cada día en este país y encuentran el amparo en organizaciones vinculadas a la Iglesia. No me resisto a escribir completo mi argumento anterior: Demagogia. Siempre es un argumento de los destructores. Si clamo por los derechos de los animales siempre me dirán que por qué no lucho por lo de las personas. Si lucho por mis compatriotas siempre me dirán que por qué no lucho por los países en vías de desarrollo. Si lucho por los países en vías de desarrollo siempre me dirán que qué hago intentando arreglar el mundo, que cambien mi entorno. ¿Entiendo que los redactores razonistas sí son solidarios o se definen como no-solidarios? Yo me parecen bellas ciertas labores de la Iglesia, al igual que la labor (no lo olviden los razonistas) de cientos de ONGs.  

11. Es mentira que sean apartidistas. Sencillamente se oponen a «algunos» partidos que no son de su agrado: los que propugnan, con mayor o menor acierto, programas de gobierno socialdemócratas, liberales o conservadores. ¿Tanto movimiento, tantas páginas escritas, tanto publicado en internet sin pedir voto a ningún partido y se habla de oposición a algunos? Se busca una criminalización sin argumentos. Panfletarismo de los razonistas, a falta de más argumentos.  

12. Es mentira que se organicen de forma horizontal. En la planificación, la ejecución y el control de sus acciones se rigen, en última instancia y en los momentos decisivos, por patrones verticales de corte soviético. Evidentemente queda bien para los razonistas hablar de corte soviético. Menos mal que no han dicho que se organizan como las hormigas, o como los babuinos, o como los antiguos atenienses (en este caso con más prestigio, y también vendría a cuento, lo digo por las asambleas). Solamente por buscar así en rápido similitudes y parecidos “razonables”.  

13. Es mentira que se rebelen contra toda forma de impunidad. Se han esforzado en cortocircuitar las penas y las multas para muchos de los que, más allá de las soflamas de turno, han perpetrado delitos tipificados en el Código Penal. Aquí mi visión es clara: si alguien atenta contra un bien público (cristales de tiendas, papeleras, coches, farolas, largo etc.) que lo pague según lo tipificado. Creo en la resistencia pacífica es más bonita e incluso más inteligente. Hay que tener en consideración aquí la guerra de versiones, y hasta qué punto puede haber infiltrados en las manifestaciones. En ambos bandos (no me gusta dividir en bandos), el que la haga que lo pague, sean policías o ciudadanos.

 14. Es mentira que representen lo que la mayoría piensa. Sus acólitos no se miden por millones ni en las calles (como se comprueba ya estos días), ni en los registros de firmas de sus manifiestos (basta con acceder a sus páginas en internet). Otra vez guerra de cifras, hay encuestas que cifran en un apoyo popular del 60 % al 15M, de la población total de España, hablo. Es un argumento triste y recurrente el de minimizar y ningunear la presencia de gente en las calles. Sea reivindicando la familia o pidiendo el cambio del sistema político, para que decenas de miles de personas lleguen al punto de ebullición de salir a la calle esto, inequívocamente significa que hay mucha otra gente a muy alta temperatura (siguiendo el símil de la ebullición), es decir, detrás de muchos miles de personas en las calles hay una gran base por debajo. Los dominantes, razonistas y otros intentan ningunearlo, en una especie de guerra de guerrillas.

 15. Es mentira que sean inconformistas. Hay que ser mansos y oportunistas para generar estallidos de rebeldía sólo cuando el calendario y el buen tiempo lo ponen en bandeja Me encanta esta. Es mi preferida. Bienaventurados los mansos.

Me viene a la cabeza un anuncio cuyo concepto me parece genial. Es el de “Benditos malvados”, de una operadora de telefonía. Agradezco desde aquí a los malvados que nos ayudan a seguir soñando, seguir articulando ideas y pensamientos, seguir escribiendo. Les agradezco sin odio y también sin admiración.

PD. Por cierto, dado el carácter despectivo que algunos hacen de la palabra y el concepto de "utopía", ¿a ningún razonista en un uso pleno de su Razón se le ha ocurrido leer a Ricoeur? Una pista: Ideología y Utopía.

jueves, 29 de marzo de 2012

Huelga general, prisma de pensamiento

Hablemos de huelga general, hablemos de huelga. Hablemos desde seis diferentes perspectivas para mostrar algo que es lo suficientemente complejo, y aún así será una muestra parcial, incompleta, pero a la vez se sacarán matices en una época donde predomina el volumen.


Hablemos de huelga, y hablemos de huelga desde la situación laboral de los trabajadores, desde el recorte de derechos, desde la apuesta gubernamental de apoyar las empresas en contra de los trabajadores para paradójicamente apoyar así a los trabajadores. La palabra clave aquí es paradójicamente. Yo no comprendo esa paradoja, nada, otros quizás sí, y no sé la verdad que se oculta a esto, pero en mi opinión es un sinsentido. Quitar derechos a los trabajadores lo entiendo como quitar derechos a los trabajadores. La flexibilidad otorgada a las empresas debería ser milimétricamente controlada para asegurar que el beneficio derivado de las medidas adoptadas a su favor revierta de verdad en los trabajadores y no en las cuentas de beneficios (o atenuamiento de pérdidas) de unos pocos. Y eso al menos yo tampoco lo veo.

Hablemos de huelga, coloreemos con un poco de perspectiva el tema. Esta huelga viene a defender los derechos recortados de los trabajadores. Yo, por encima de esto, creo aún más en los derechos de las personas, y de forma aplicada creo en los derechos de las personas en nuestra sociedad. Es bonito ver cómo la gente se aúna por sus derechos, es justo, y sería bello ver también a esa gente unida por otros ideales igual de reales. ¿Qué hay de los derechos de la gente que duerme en la calle? ¿Qué pasa con la progresiva privatización de los servicios que perjudica, claro está, a las personas con menos recursos? Hay muchas causas para salir a la calle, pero los sindicatos priman y exclusivizan el significado de las huelgas generales para “beneficio” de los trabajadores. Esto es una herencia histórica que habla de la construcción de las sociedades industriales. En las sociedades actuales es en la comparación donde se encuentra el agravio. Huelga, desde esta perspectiva, es ejercer la fuerza desde la no asistencia a los trabajos para reivindicar medidas relacionadas con los trabajadores. Como en otras ocasiones el que tiene más voz tiene más grito. Pienso en los que no tienen voz.

Hablemos de huelga, como una guerra de símbolos. Más allá de la verdad y la mentira una huelga general es una guerra de propaganda, gobierno y sindicatos tuercen la realidad hacia sus intereses. Todos mienten y todos aceptamos sus mentiras. Es la guerra del símbolo, gana el que parece que ha ganado. Los incondicionales de cada polaridad se despiertan, indefectiblemente, ganadores el día siguiente.

Hablemos de huelga, y hablemos de la huelga como un asesinato de los matices. En estas situaciones todo se polariza aún más, sindicalistas y esquiroles, rojos y fachas, secundadores y no secundadores, seguidistas y pasotas, los que van y los que no van, se entiende que todos aspiran a reivindicar su posición. Y todos somos contados desde los polarizados. El que va a la huelga pasa a engrosar una lista de los sindicatos, que asumen (aventuradamente) su apoyo incondicional, pasar a engrosar un número que es el indicador del seguimiento de la huelga. El que no va a la huelga parece ser que está en contra de la huelga, y a favor de las medidas gubernamentales, cual militantes del partido en el poder. Olvidamos en estos procesos muchas cosas, muchos matices, que se pueden dividir en:
- Matices externos: existe violencia imbricada en las organizaciones. Violencia de empresas, algunas, que crean un ambiente hostil en los trabajadores y de forma implícita o explícita hacen por evitar la huelga de sus trabajadores. Violencia de los piquetes (no) informativos, algunos, que coartan la libertad de las personas, obligan a quebrantar voluntades individuales, ejercen fuerza contra personas que son libres de ejercer o no su derecho a huelga, desmerecen a los que no piensan como ellos. Violencia.
- Matices internos: se olvidan alegremente todos los bellos matices internos a las personas, el que va a la huelga odiando a los sindicatos pero defendiendo unos derechos perdidos, el que no va a la huelga porque no puede permitirse el estigma o la pérdida económica, el que no es valiente para enfrentarse a esas miradas. El que tiene dudas, y al final, evidentemente, hace una cosa u otra (y sea una cosa u otra).
Los matices nos salvan, aunque muchos se empeñen en simplificar. La vida no es simple. No es éxito o fracaso, no es ir o no ir (aunque al final se vaya o no se vaya), no está ahí el debate. Se esfuerzan en pensarnos simples, y si nos despistamos lo logran.


Hablemos de huelga, y hablemos de huelga diferenciando sectores. Con muchos no me meto, es una decisión personal y con ciertos tonos asépticos: nadie tiene un perjuicio demasiado directo o severo. Hablemos de sectores más sociales, gente que atiende a gente, gente que atiende a la gente más desterrada de la sociedad que no entiende de huelgas, y pienso (otra vez) en gente que vive en la calle, en gente que está en hospitales, gente con problemas mentales, psicológicos, psiquiátricos, gente que requiere atención, niños y jóvenes en programas y asociaciones, que los hay. La gente que trabaja por la gente, a mi juicio, y si así lo desea, está exenta de el deber que se puede esconder detrás del derecho. Si yo trabajara atendiendo a gente en situación crítica me debería a esa gente y no necesitaría hacer mostrar a las jerarquías mi descontento desatendiendo a esa gente. Lo social funciona aparte. No olvidemos a la gente, porque en ella todo se origina.

Hablemos de huelga y de eventos históricos, en cambiar la sociedad, en influir en la sociedad, en el país y en el mundo. Descreo de nuestro compromiso con la historia. Creo en nuestro compromiso desde lo pequeño. Cambiemos nuestro ser y cambiemos nuestro entorno; no trabajemos por cambiar el mundo porque eso si viene vendrá desde lo anterior. Los cambios (no autoritarios) que vengo adorando coinciden en tener ciertas dosis de espontaneidad no calculada. Renuncio a calcular el mundo ideal, es más fácil luchar por lo que nuestras manos pueden alcanzar y tocar.

sábado, 3 de marzo de 2012

Olvido en política

Política y olvido. Es feo cuando la política se liga de forma implícita al olvido. ¿Es lícito criticar lo que antes no criticaste? ¿Es verdadero llorar lo que antes ignoraste? ¿Es verdadero vivir la situación antes que los ideales?
Porque la situación marca una necesidad de estrategia.
Por el contrario los ideales requieren una honradez.

Cuando la política y los políticos viven la situación puede ocurrir que…

Puede ocurrir que en el mejor de los casos tengan un deseo sincero de ayudar a la sociedad, puede ser que sean conscientes de esa idea tan afín al político de que los cambios vienen desde el dominio del poder, puede ser que crean en ese bien mayor y planteen un escenario de buenos y malos, o de verdad y mentira, o de acierto y equivocación, es todo lo mismo, es factible pensar que pensarán estrategias para controlar ese poder, estrategias en las que en medio quedan los ciudadanos, aquellos a quienes al menos en teoría al final sirven, las estrategias se plantean como se plantean las estrategias en nuestro pensar occidental, es decir, aprovechar la situación, decir blanco cuando blanco proceda ser dicho, o decir negro cuando ello proceda, pensar bien la aritmética del voto, esto con un cierto, existente y excusable matiz de coherencia ideológica.

Cuando la política y los políticos viven las ideas que les unen ocurre que…

Ocurre que ese político no olvida en lo que cree, y dirá siempre lo que cree, sin tratar de excusarse, no tratará de manipular al ciudadano con su lenguaje, porque eso es insultar al ciudadano al falso precio de optar a seguir manteniendo el poder, no pretenderá estar en el poder más allá del alcance de sus ideas (la escena política muestra que el poder se mantiene a base del uso del poder, en vez de la posibilidad de mantener el poder en base a las ideas, siendo más limitado y verdadero el segundo caso). Por eso este político piensa bien lo que dice, porque el oportunismo no está en su agenda, y su vida profesional será seguramente más corta e injusta.

Queda sólo condenar los alejamientos, rescatar la memoria y deslegitimizar el intencionado olvido, porque ocurre con excesiva frecuencia y con igual y excesiva complacencia de los respectivos incondicionales.