sábado, 15 de octubre de 2022

Tesla (y política)

Me gustaría que la política fuera como el Autopilot de Tesla. Ni tengo un Tesla ni he probado nunca su Autopilot pero algo sé de los niveles de conducción autónoma y la analogía salta por sí misma.

Me gustaría una política en la que la cotidianidad fuera pilotada por una inteligencia artificial objetiva, basada en información de “sensores”, y que desterrara la subjetividad que con tan poco gusto arrastran los políticos. Me gustaría que corrupción, amiguismo, tráfico de influencias, egos desmesurados y tantos otros conceptos fueran desterrados del algoritmo de la realidad, desacreditados desde un código de programación. 

Que tan solo la ideología, nos pese o no, fuera un parámetro configurable (como lo es la ética en la conducción autónoma), porque, aun con ese incómodo acercamiento, izquierdas y derechas propugnan paradigmas (similares pero) con diferencias. Y si, entrando en uno de los miles de detalles, y sirviendo como ejemplo, la derecha enarbola un castigo punitivo ante los que han cometido un delito, la izquierda por contra sabemos que defenderá un emblema de reinserción; los fondos disponibles para lo allí pertinente deberán, por tanto, distribuirse de forma diferente según la ideología gobernante. Pero que, en cualquier caso, eso se distribuya con juicio y criterio, algo que, por lo que se ve, es ajeno en muchos casos a nuestra limitada capacidad humana.

Me asustaría que la conducción autónoma en la política sea total y nos dejásemos gobernar por máquinas y algoritmos, me gusta que las sartenes sigan teniendo un mango a través del cual seguir teniendo un control rápido y total si de pronto se nos quema la comida; pero, por favor, inducción, autopilot o algo. Lo necesitamos.