A efectos políticos se trabaja lo que podríamos denominar
"aritmética de las ideas". La solución al problema en ocasiones no es
mala. La convocatoria de unas primarias se traduce a un recuento numérico de
las diferentes ideas presentes, clasificadas de acuerdo a una determinada
estandarización de la variedad presente. Las votaciones son aritmética de
ideas, y mediante fórmulas más o menos malévolas, o sujetas en mayor o menor
medida a los intereses de los grupos mayoritarios, se llega a una solución de
conveniencia, donde las ideas más representativas son las que, dentro de un
cierto marco legal previo, representarán los intereses de la gente. Con los
defectos por todos conocidos en la rabiosa realidad de hoy en día.
Pero en esta ocasión pretendo centrar el foco en las
"Aritméticas de suma cero", tema ya tocado al hablar del voto útil.
Aritmética de suma cero es lo mismo que estrategia, y esta
estrategia la identificaremos con perfidia. Aritmética de suma cero sería utilizar
una idea para negociar. Ejemplos: Yo no hablo de esto si tú no hablas de
aquello. Yo no te pregunto de esto si tú no me preguntas de aquello.Si tú
retiras esa propuesta yo no hago fuerza por sacar adelante esta idea que iría
en contra de tus intereses. Se podrían poner muchos ejemplos más, que sin
necesidad de imaginar mucho podemos intuir que ocurren en la realidad.
Pero resulta que ser fiel a las ideas que representamos no
nos suele acercar al poder pero sí a la honradez, lo cual se entiende como inconveniente
en la palestra política. Las ideas se mediatizan hasta el punto de ser peones
en una partida de ajedrez. Y si nosotros pensamos que el mundo sería mejor si
pudiéramos llevar a cabo nuestra idea A, y también nuestra idea B, y la C, la
D, etc. Si así pensamos la única opción honrada que tenemos es ser responsables
de nuestras ideas, hasta donde nos lleven. Y decir pública y privadamente que
pensamos A, B, C, D y X. Y no vender y matar nuestra idea B por evitar que el
otro grupo saque su idea M, o aún más triste, por dinero o por poder. ¿Por qué?
Porque el bien mayor es mentira, solamente existen los bienes pequeños y su agregación, las
cosas se empiezan desde abajo (se hacen desde abajo y se miran desde arriba), porque el conjunto de nuestras ideas es nuestro
ser, y si nos corrompemos y somos mercaderes de nosotros mismos con la
intención de alcanzar un bien mayor es que no hemos entendido nada; perdemos lo
que antes habíamos llamado norte y nos vemos atrapados en una red de mentiras,
en máscaras, artificios y engaños, nos convertimos en manipuladores al querer
resaltar lo bonito y ocultar lo sucio. En las películas americanas lo
entendemos mejor: ¿sacrificamos a esos 200 rehenes para salvar toda la ciudad?
Siempre les surge la duda ,y siempre, al menos en esas películas, encuentran la
forma de no sacrificarlos. Aquí no es con personas, es con ideas, pero es
similar. ¿Sacrifico 20 ideas para tener una mayor posición de poder que me
permita estar más cerca de poner en práctica el resto de mis ideas?
Por volver al origen matemático de la disertación: Una idea
nunca anula a otra. Y esto funciona en todos los ámbitos de la vida: si tengo
que pedir perdón por algo que hecho mal lo pido, da igual que al que pido
perdón me deba una disculpa de antes. Son dos cosas diferentes. Al igual que
dos ideas diferentes, valga la insistencia, son diferentes y por ello no
anulables. Las ideas no deberían entrar en ningún mercado, bajo ninguna
circunstancia (pero claro, si yo quiero poder, o dinero, u otra mercancía,
tengo que pagar algo).
El resto es mediocridad, vagar sin rumbo claro.