Empezaba un chiste que leí hace no demasiado en un
periódico con una viñeta de un político encerrado en una celda, y decía: Quiero
hablar con mi fiscal. Le responden desde fuera: Querrá decir su abogado.
Y respondía el político: Sé lo que me digo.
Antecedentes:
Cuando pasa que a nivel político
nos toman el pelo, ellos suelen
preocuparse de envolver la mentira en cualquier tipo de artilugio, aunque sea
casi transparente, les preocupa la apariencia primera que pueda llegar a la
opinión pública. La praxis política teme al capricho de la opinión vocerable y
por ello intentan impregnar de cualquier dulzor cualquier tontez gestada.
Nos pueden decir que hay
movilidad exterior antes de reconocer que los jóvenes se arrojan al extranjero
para optar a un trabajo, nos pueden decir que no estamos decreciendo sino con
un crecimiento negativo, nos pueden decir que a ese delincuente no se le pagó,
sino que se le dio un pago en diferido, nos pueden llenar el alma de eufemismos
(desaceleración transitoria, recargo temporal de solidaridad, devaluación
competitiva de los salarios…) nos pueden decir cualquier aberración, porque le
ponen un lazo minúsculo y parece que así se alcanza el limbo de lo
potencialmente justificable.
Por eso, a mi entender, brilla como una estrella el
extraño caso de la Fiscalía, empeñada en defender delincuentes de alta cuna,
sin tapujos, sin eufemismos, en crudo, está pasando con banqueros, con
políticos y con grupos políticos completos. La
fiscalía pide que se retire la acusación sobre… la Fiscalía en contra del criterio del juez dice no ver indicios de
delito en... La fiscalía exige que se
retiren los cargos sobre… son frases desgraciadamente cada vez más habituales.
Y nadie se hace demasiado eco, quizás la reverberación sonara demasiado fuerte.
Nadie se cuestiona el extraño juego de que un fiscal haga el trabajo de un
abogado defensor, a pocos les inquieta. No escucho a ningún medio de
comunicación escandalizado, y razones no faltan. Vivimos en un país que, en
vista de estos óptimos resultados para el poder de turno, quiere, triste y
lógicamente, dotar de más poder a los fiscales para poder violar el único poder
que se les resiste un poquito, la Justicia. Vendrán ellos con su ejército de
fiscales y marionetas, uno por cada dos, para jugar a los abogados defensores,
para salvar a los demonios de nuestro sistema, para politizar, en su faceta
odiable, el ejercicio de lo justo.
Agradezco en todo esto el insulto que se nos arroja, la
crudeza con que golpean, porque si nos obligan a comer cosas crudas puede que
al final nos pongamos malos y tengamos que tomar medidas. Mientras, no estaría
de más escribir una Oda a la impunidad, eso y despreciar desde lo privado, no
sea que se desahoguen con nosotros, a esa parte de la fiscalía que responde a
poderes más que a razones.