sábado, 3 de septiembre de 2022

Devaluación de la imagen


Estamos inmersos en un proceso de devaluación gradual de la imagen. Esto llega después de una lenta culminación del proceso de devaluación de la palabra, lo cual ya lo hemos comentado en entradas anteriores. La palabra tiene un valor escaso, hay que dar mucha palabra para poder confiar en ella (¿sería un proceso de inflación?), o generalmente, reforzarla con escritos y rúbricas, para dar fe de una legitimación no implícita en la propia palabra. La fiabilidad se ha externalizado, viene ajena a la propia palabra.

No es atrevido predecir que, dentro del proceso que ya se ha iniciado, la imagen irá perdiendo esa posición privilegiada que había afianzado tras el declive de la palabra (una imagen vale más que mil palabras se decía), la inteligencia artificial y diversas tecnologías actuales están permitiendo manipular las imágenes y los videos hasta niveles impensables y desconocidos hasta hace poco. La confianza en la imagen se va a ver progresivamente deteriorada. En breve tecnología de andar por casa nos permitirá a cada uno de nosotros hacer que cualquier actor, presidente o personaje público diga la barbaridad que se nos ocurra, o ponerle en cualquier situación comprometida. Esto será inicialmente novedoso, anecdótico, gracioso, inoportuno y culminará necesariamente con la consiguiente pérdida de confianza en lo visual. 

Si perdemos confianza en la palabra primero y en la imagen después, estamos perdiendo mucho, es motivo para reflexionar sobre los valores sobre los que fundamentamos la sociedad, precarizando elementos inamovibles durante siglos, y sin visos de alternativas sustitutivas que cumplan la misma función. Y dado que no dejaremos de convivir con imágenes y palabras, será nuestra constitución mental la que irá cambiando y adaptándose a un algo diferente que a mí me cuesta analizar.