jueves, 18 de febrero de 2016

Los fines y los medios... ¿podrían dialogar?

Vamos a conceptos básicos o al menos universales: ¿El fin justifica los medios? ¿Un buen fin justifica unos medios “sucios”? ¿La política imprime una marca de agua sucia e intrínseca al propio juego político? ¿Cualquier política que quiera postularse como alternativa debe luchar en el barro? ¿Es factible la posibilidad de “sucios los medios limpios los fines”?
Añadimos conceptos: Sociedad 2.0, ¿implica eso que cualquier política debe someterse a las reglas del marketing? ¿Están condenadas a un aroma populista todas las nuevas iniciativas políticas que quieran tener opciones? ¿Son necesarios todos los conservantes y edulcorantes para que a nadie le siente mal esta nueva política? ¿El voto inercial (o inerte) a los grandes partidos obliga fuera de toda posibilidad a las nuevas políticas a luchar con artimañas?
Dicho esto. Mi visión:
Creo que lo turbio engendra turbio. No creo que de medios sucios florezcan fines limpios. Cito una entrada de este blog: http://alter-politica.blogspot.com.es/2013/01/las-raices-del-mal.html Creo que todo mal tiene sus raíces y creo que las raíces grandes vienen de raíces pequeñas. El problema es también que la ilusión se convierta en fanatismo (sigo citando este blog: http://alter-politica.blogspot.com.es/2011/01/ilusion-fanatismo-y-utopia-1conceptos.html), que durante ese bonito querer cambiar la sociedad a mejor nos olvidemos de las ideas que sustentaron ese moverse, esa intención, ese querer, que con tantas ganas de cambiar las cosas y hacerlo bien acabemos pasándonos de impulso, fanatizando la belleza de lo justo. Si carecemos de cuidado desde los comienzos estamos abocados a convertirnos en lo odiado. Última cita de hoy: http://alter-politica.blogspot.com.es/2012/08/cabezas-acomodadas.html leedla o re-leedla, merece la pena.
No me identifico con ideales románticos, no van conmigo, tampoco acostumbro a vivir en la utopía, sangra demasiado el mundo para olvidarlo entre algodones de ideas. Pero creo que desde lo real otra política diferente a la otra política es posible.
Dicho lo cual, Dani, para mí PODEMOS posiblemente sea el mal menor, es decir, lo mejor de lo que más se ve, y resaltaría la acepción negativa: son lo menos malo de lo grande. ¿La esperanza? Que las pequeñas raíces turbias que ya se intuyen sean aún abordables, eliminables, que aún exista un destino en manos de sus militantes (no será así eternamente). Lo cual, a este extraño escribiente, no le vale, les votó poco (algo) y no piensa en principio volver a votarles. Muchos diréis que mi voto es perdido por no ir a ninguno de los que acumulan dos dígitos en porcentaje de voto, pero no, para nada me parece absurdo promover una resistencia a estas perversiones a pequeña escala. No me sumaré a ese cambio, al cual deseo el mejor de los devenires, quisiera que el tiempo me quite la razón de todo lo que estoy diciendo, sonreiré si así es.

Creo, por último, que los ciclos escapan a nuestra comprensión, y que las cosas rápidas garantizan errores. No sé si esta es la (única) oportunidad de asaltar los cielos que tenemos (¿que tenemos quiénes?) pero no olvidemos que asaltar hoy el poder puede implicar una recesión en materia social en un futuro cercano, o no. Por eso las cábalas y el forzar las cosas hablan con una voz en falsete… Además, adentrándome en la más profunda subjetividad, me sigo sin fiar de las nuevas élites, no les dejaría al cuidado de mis hijos.

Volviendo al título. Los fines y los medios... ¿podrían dialogar? Ciertamente sí, pueden dialogar, pero no, no deberían, mejor si no tienen por qué discutir.

lunes, 15 de febrero de 2016

PODEMOS es Iglesia(s)

Eso pienso. Ambas cosas: Podemos es Iglesias y Podemos es Iglesia.
Es Iglesias por el excesivo personalismo que conforma su propia existencia, por la omnisciencia de su líder, que trasciende a todas sus bases. Más que círculos veo una enorme espiral con un centro claro y preciso, un centro que irradia una excesiva autonomía. Hablan ellos del sometimiento a las bases, desde fuera se aprecia lo contrario: el sometimiento de las bases. Y sí, hablo de programas en bloque y otras artimañas para conducir la democracia interna hacia la dirección (en sus dos sentidos) elegida, arrinconando las disidencias y todo aquello que reta al orden recién establecido.

Es Iglesia primero porque tiene su deidad, adoran a un líder que pocos se atreven a cuestionar, es un personalismo carismático que basa su fuerza en su germen. Y para mí es Iglesia porque me pasa como con la Iglesia católica: me gustan más las bases que sus jerarcas. Con Podemos respeto y admiro el movimiento que sustenta todo, el compendio de inquietudes no aunadas con otras opciones políticas y que han sabido escindirse y levantar un único y audible grito. Esa organización abierta y multidisciplinar, asamblearia y propositiva, social y humanista. Y no, no respeto a sus líderes, porque anteponen la estrategia a las ideas, igual que tantos obispos que anteponen el dogma a la persona.