Se dieron cuenta de que ya era casi tarde. El cambio climático era
inevitable. Decidieron plantar cara y batalla. Establecieron nuevas normativas,
se extralimitaron en sus funciones legislativas porque interpretaron urgencia.
El Gobierno Central les pidió explicaciones,
se abrió una comisión de investigación, pero ellos llamaron a los ciudadanos a
las calles, y millones salieron a ocuparlas con reivindicaciones. Los medios
internacionales se agolpaban para recabar informaciones de primera mano. Las
tertulias de televisión se llenaron primero de biólogos y ecólogos, hablaban de
conceptos extraños como “antropoceno”, por entonces ya el Gobierno de la Comunidad
había abierto sus puertas a los movimientos ecologistas, creando una comisión
mixta. La tensión con los cuerpos nacionales de seguridad no era pequeña, pues
debían salvaguardar las arcaicas leyes estatales, la policía autonómica, por su
parte, no sabía muy bien a qué lado acercarse. El seguimiento informativo era
masivo, en una segunda etapa se comenzaron a contemplar nuevos escenarios, se
hablaba de modificar la Carta Magna y abrir de alguna forma una puerta a una
nueva legislación ambiental. Las tertulias ampliaron sus plantillas con
filósofos y se abrió el debate del estilo de vida, del consumismo y de los teóricos del decrecimiento, se hablaba de lo acuciante
de un cambio de modelo, pero a la vez de los riesgos que implicaba el ser los
primeros en aplicar los cambios. Los optimistas hablaban de un mundo futuro
bajo el paradigma de la sostenibilidad, los que no llegaban a tanto hablaban
únicamente de mitigar efectos. Los periódicos digitales abrieron un hueco
continuo en sus portadas para dar cobertura casi horaria a los avances. La
incertidumbre en los acontecimientos duró meses, llegó a haber enfrentamientos
en las manifestaciones con las autoridades, se necesitaron varios llamamientos
a la calma para, al menos, relajar la calle. El mundo entero nos miró y escrutó
en todo ese tiempo. Encabezamos algo grande, bonito en sus planteamientos,
difícil en su ejecución, lleno de errores, de matices y también de aciertos.
Era, ante todo, necesario.
No sé si soy el único al que esta
ensoñación le parece más lógica que todo lo que se está viviendo en Cataluña
estos meses.
Recupero una entrada de este blog
de diciembre de 2011, donde citaba a Schattschneider:
La definición de las alternativas es el instrumento supremo del poder.
Aquel que determina de qué se trata la política maneja a la nación, porque la
definición de las alternativas es la elección de los conflictos y la elección
de conflictos localiza el poder
No nos olvidemos de las cosas importantes.