miércoles, 20 de octubre de 2021

Hermoso prejuicio

Devolvamos al prejuicio algo de su valor, que lo tiene. Su enorme connotación negativa no le hace justicia. Un prejuicio también puede contener sabiduría procesada con rapidez. Hay que saber utilizarlo, claro, como también hay que saber usar un martillo: si no se tiene precisión hace daño. Pero si se usa con una indefinida destreza el prejuicio funciona como un potente método de discernir: esto es bueno, esto es malo, no me lo creo... o lo que sea. Se suavizan los matices y se traza una línea de regresión (o tendencia) entre los innumerables puntos que componen la compleja realidad: apuntan una dirección, una línea orientada. Y eso, bien hecho, es sabiduría rápida. Es arte, como muchas cosas buenas. Tener un método para ahorrarnos cavilaciones, dudas y tibiedades no es algo como para desdeñarlo a la ligera.

Si fuera un juego de cartas habría que jugar esta carta con la carta de "apertura de mente", no saquemos conclusiones radicales, y parece que me estoy ya contradiciendo (el prejuicio me ayuda a discernir, pero no te tomes la conclusión demasiado en serio...). Puede ser, pero en esta contraposición intuyo que está la magia.

Aprendamos a usarlo. Hay personas de las que no me fío, y que me demuestren lo contrario. Y también lo contrario, hay personas que me caen genial, porque sí, y me caerán así de bien hasta el día de mi muerte, lo sé. Asumo la injusticia latente que puede haber en estos juicios rápidos, ojo, que también la hay en los juicios lentos.

Y en política pues también. Por ir a los prejuicios simplistas: algunos no me caen bien (aunque tenga afinidad con sus ideas), y al revés, otros me inspiran respeto, aunque habiten las antípodas ideológicas, y es con esto con lo que demarco la superficie en la que habita mi pensamiento. 

La complejidad no se evapora: gente que no trago puede hacer cosas buenas (a mi juicio) y al revés, pero oye, a mí algo me ayuda, me permite darle algo más de sentido a todo.

Creo además que el prejuicio no es un juicio basado en la irracionalidad, lo veo más complejo que eso, diría que se basa en intangibles que contienen una gran computación y un gran análisis de datos. ¿Qué es si no, por ejemplo, el lenguaje no verbal? También se basa en intangibles, cuesta explicarlo, pero en ocasiones hay signos, que nos costaría verbalizar, que apuntan con claridad en alguna dirección; no nos ha pasado alguna vez que hay algo en el andar, en el hablar, en el hacer de alguien que nos grita en silencio: ¡cuidado! Que sí, la realidad es más compleja, soy el primero en no creer en héroes o en villanos, es muy raro que existan (algunos hay), pero el arte del prejuicio debería estudiarse, practicarse y merecer un respeto que hoy no tiene.

Tengamos prejuicios... y seamos críticos con nosotros mismos, quizás se nos dé mal, como a mí los idiomas, o quizás nos sean útiles, démosles esa oportunidad, saquémosles de ese inmerecido ostracismo social.