jueves, 31 de diciembre de 2020

Balance de 2020 (y deseos)

Hemos aprendido que ni la vida ni la sociedad es tan inmutable como creíamos. No hay nada como una generación con paz y sin penurias para cuajar una sociedad con cierta insolencia y modorra. Y viene un bicho y nos habla de FRAGILIDAD y de repente nos lo creemos, bueno, al menos un poco, no nos pidan todo de golpe, a fin de cuentas en la historia reciente nos hemos centrado más en nuestros derechos que en nuestros deberes. El énfasis lo ponemos en la legitimidad de nuestros derechos, el resto está a otro nivel. Y en el Parlamento los políticos como los mercaderes en el templo.

La crisis política que existe está íntimamente ligada a una crisis de valores en nuestra sociedad, una es expresión de la otra... Cuando criticamos a los políticos nos vemos al margen de ellos, en otra esfera, y la realidad es que nosotros como sociedad también somos parte del problema.

Ojalá esta pandemia nos remueva lo suficiente como para empezar a articular una lucidez social que vuelva a descubrir las viejas cosas importantes, las que hemos sepultado con tantas banalidades.

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Hermoso y mediocre

Y aún así, de lo mediocre pueden salir cosas buenas, regulares o malas. Nos venden perfección en los anuncios, pero vivimos (y somos) desde la imperfección, la cual, como si de un raro metal se tratase, tiene propiedades muy particulares: puede funcionar como ruido gris pero también puede generar belleza. Esto nos salva, pues se introducen incertidumbres en nuestro sistema, y a mí me convierten en creyente de la probabilidad más que de la certeza: una buena educación espero que haga de mis hijos unas buenas personas, pero no les condena a serlo. Esos serían los dos polos, incertidumbre y probabilidad. Por eso cuando precisamos la política con tres decimales hablamos de pura ensoñación. Malas personas harán buenas cosas y buenas personas harán cosas malas, a su pesar o no, y aún con ello el sistema no es puro caos. La mediocridad, por su parte, equidista a muchos lugares, es tan polivalente que nos sorprende y encandila, tan enmascarada ella, tan descarados ellos.

jueves, 24 de diciembre de 2020

La política y Pau Donés

Escucho desde hace un tiempo un par de canciones de Pau Donés. Nunca seguí a este músico, ni a él ni a su obra, pero por sus especiales circunstancias fijé recientemente mi atención en él. En sus últimos días y meses siguió con una llamativa obstinación haciendo su arte, sabiéndose desahuciado pero mostrando a la vez su música y su tozudez. Dudo que tuviera intereses comerciales detrás, poco le importaría todo eso ya. Mejor o peor, más bonito o más feo (a mí me parece bonito) me fascinó la pureza de su empeño.

Hoy día, en nuestra sociedad, encontrar una veta pura de algo, sin elementos espurios, es complicado, no tanto porque no existan, sino por la sombra de sospecha que hemos consagrado en torno a todo: las palabras son cambiantes, las emociones ambiguas e indefinidas, nuestro altruismo cotiza en instagram... nuestra sociedad se cimenta también sobre hipocresías. Cuestiono la aparente pureza de casi todo lo que veo. Lo cual no significa que no exista lo bello y lo sublime (la belleza es muchas veces hermosamente sucia). 

Hablando ya de política estamos en una sociedad desde la que dudo que se ejerzan los ideales. Se inmiscuyen el poder, el ego, intereses económicos, buenas intenciones (por qué no), envidias, inercias, corporativismos... y de ello salen cosas buenas, regulares o malas. No hay ningún político al que admire, ya no, no se prodigan en ser coherentes, sino funcionales, no tratan de defender verdades, sino de negociar intereses, no hay ideales, tan solo eslóganes y mercado, más acertado sería hablar de marcas que de siglas. Y esta es la sociedad que hemos construido, en la que el canto de un moribundo luce con furor.

Estamos sin referentes, sí, políticos, pero también (tampoco) sociales: no hay figuras que se admiren por su (maldita) coherencia, al menos no muchas. Hubo un tiempo en el que se creía en esa metáfora de la semilla, que muere para dar vida. Los valores que hoy nos rigen no permiten que nadie renuncie a la búsqueda del éxito constante y sostenido, no se nos ha enseñado a renunciar para conseguir, y eso va en contra de la sinceridad, tan disfuncional, y a favor de la posverdad, tan ambigua. Y ahí vivimos, entre quejas y disfrutes, ciertamente desorientados sin entender con exactitud qué es lo que somos o qué es lo que podemos exigir. El resto son aromas de un pasado que aún nos evoca algo.

Gracias Pau por ser luz.