martes, 26 de septiembre de 2017

Banderas

Decía Jorge Drexler que vale más cualquier quimera que un trozo de tela triste, y no he podido estar más de acuerdo desde que tengo uso esporádico de razón. Más allá de eventos deportivos nunca me ha enorgullecido ver exhibida la bandera de mi país, no tengo para ella ni un especial aprecio ni un especial desprecio, mostraba un asunto identitario y ya.
Pero en estos días en los que veo a otros efluviando su alma a través de la senyera o la estelada (ellos, que ven quimera donde yo veo bandera) pienso en esa tela como canalizador de sentimientos territoriales. En nuestro caso, España, hemos asistido a un doble proceso: apropiación del emblema nacional por los partidos de derecha, y una dejadez con sabor a consentimiento por parte de la izquierda, adicta a ese aroma republicano, y nos encontramos hoy, cuestionados en nuestro territorio, sin una combinación de colores que nos pueda unir a todos.

No sé lo que nos depararán estos nacionalismos sordos, pero sí estaría bonito recuperar nuestro emblema de país, porque parece ser que tiene más significado y sobre todo función de lo que el gran Drexler pudo intuir.