miércoles, 9 de noviembre de 2022

Desobediencia

Nos han educado obedientes, eso se nos pide.  La rebelión tan solo se idealiza levemente como pecado de juventud; o en el cine como respuesta a la opresión. Suerte que en nuestra sociedad se nos invita a un adormecimiento monoxidocarbonatado: seamos clase media tranquila, sin sobresaltos; el sindicalismo se tornó obsoleto en algún momento, no hace falta luchar, tan solo una buena plataforma de streaming y una mantita. Paguemos nuestros impuestos y desahoguémonos en Twitter. Seamos productivos y complacientes. Respiremos tranquilidad y orden, desconfiemos de los alarmismos que tratan de confundirnos (entendamos anarquismo cuando escuchemos alarmismo). Se nos pide obediencia, es lo más útil... para algunos.

¿Y si considerásemos la desobediencia? ¿Y si nos planteáremos otra realidad ajena a ese orden aparente? Cierto es que no vivimos en la jungla, pero los desajustes son muchos, y las injusticias aún más. La desobediencia es peligrosa, altera el orden, pero puede que no desobedecer sea aún peor. 

Consideremos la desobediencia como una opción político-personal. Tiene un precio y un castigo, pero es necesaria dentro de un conciencia crítica social. Nuestra sociedad está acentuando lo políticamente correcto, se torna revisionista con el pasado reciente, vigilante desde las redes sociales, castigando cualquier desviación de la moral imperante. Se busca agrupar el rebaño, y al que se sale le ladran.

Desobedezcamos desde el respeto, es un derecho que nos han aprendido a olvidar. Con cabeza, con lógica, pero desobedezcamos. 

@EsRebelCientif