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viernes, 29 de diciembre de 2017

Política y estrategia

Empiezo por una conclusión: la principal estrategia de la política es aquella que busca perpetuarse a sí misma en el poder o, en su caso, acceder a él. Para ello (y para ellos) es aceptable incurrir en contradicciones de discurso, siendo conscientes de que deben existir, si bien intentan separarlas en el tiempo lo máximo posible. Es por tanto un proceso consciente e implícitamente reconocido.
¿Qué provoca esto?
Dejando de lado los asuntos éticos, que ya podrían articular cualquier discurso de crítica, el principal problema es que este enfoque de estrategia de autoperpetuamiento choca frontalmente con los enfoques orientados a la resolución de los grandes retos a largo plazo del país. Y me explico: podemos identificar algunos de los problemas que deberían preocuparnos como sociedad:
-       El cambio climático, la desertización de la península, la sequía, los trasvases y los usos del agua.
-       La pirámide demográfica, acercándose a una base invertida, sin garantía de futuro con las pensiones, con una demografía escasa y descuidada a nivel de Estado
-       Un hipotético futuro colapso de los sistemas de seguridad social debido al incremento de personas mayores, tal y como se menciona en el punto anterior (menos contribuyente, más beneficiarios, más personas con mayores necesidades de atención sanitaria)
-       La degradación de la ciencia, el escaso apoyo a los jóvenes investigadores, la continua fuga de cerebros hacia países que les valoran y les apoyan, y la repercusión que tiene en nuestra de nuestro país, aún demasiado basado en el sector servicios, incapaz de generar un industria puntera
Podemos pasarnos meses hablando únicamente de Cataluña, para después seguir aún más meses hablando únicamente de Cataluña, pero en cambio estos temas no despiertan encendidos debates, ni exigencias sociales, ni emprendimientos políticos. La política los engloba con arte en su caja de música desde donde enmascaran con voz melosa su calado, nos ofrecen golosinas y palabras, y lo aceptamos. ¿Por qué? (Y aquí la parte que también nos implica al resto de ciudadanos). Porque:
-       No les interesa
-       No nos interesa
-       No lo conocemos
-       No sabemos alzar la voz
-       No amplifican nuestra voz
Mezcla de todas, posiblemente.
Lo que está claro es que los políticos tienen una responsabilidad con el país, tienen acceso a todos los consejeros o asesores que requieran para ejecutar sus labores con profesionalidad, pero desdeñan todo aquello que huele a largo, a impopular, a parco en réditos a corto plazo… Es gravísimo, y no pasa nada.
¿No hablamos hace poco de esta sociedad del titular y del instante?
¿Alguien quiere gritar?


jueves, 26 de octubre de 2017

CATALUÑA: diferencias entre tierra y Tierra [CUENTO]

Se dieron cuenta de que ya era casi tarde. El cambio climático era inevitable. Decidieron plantar cara y batalla. Establecieron nuevas normativas, se extralimitaron en sus funciones legislativas porque interpretaron urgencia. El Gobierno  Central les pidió explicaciones, se abrió una comisión de investigación, pero ellos llamaron a los ciudadanos a las calles, y millones salieron a ocuparlas con reivindicaciones. Los medios internacionales se agolpaban para recabar informaciones de primera mano. Las tertulias de televisión se llenaron primero de biólogos y ecólogos, hablaban de conceptos extraños como “antropoceno”, por entonces ya el Gobierno de la Comunidad había abierto sus puertas a los movimientos ecologistas, creando una comisión mixta. La tensión con los cuerpos nacionales de seguridad no era pequeña, pues debían salvaguardar las arcaicas leyes estatales, la policía autonómica, por su parte, no sabía muy bien a qué lado acercarse. El seguimiento informativo era masivo, en una segunda etapa se comenzaron a contemplar nuevos escenarios, se hablaba de modificar la Carta Magna y abrir de alguna forma una puerta a una nueva legislación ambiental. Las tertulias ampliaron sus plantillas con filósofos y se abrió el debate del estilo de vida, del consumismo y de los teóricos del decrecimiento, se hablaba de lo acuciante de un cambio de modelo, pero a la vez de los riesgos que implicaba el ser los primeros en aplicar los cambios. Los optimistas hablaban de un mundo futuro bajo el paradigma de la sostenibilidad, los que no llegaban a tanto hablaban únicamente de mitigar efectos. Los periódicos digitales abrieron un hueco continuo en sus portadas para dar cobertura casi horaria a los avances. La incertidumbre en los acontecimientos duró meses, llegó a haber enfrentamientos en las manifestaciones con las autoridades, se necesitaron varios llamamientos a la calma para, al menos, relajar la calle. El mundo entero nos miró y escrutó en todo ese tiempo. Encabezamos algo grande, bonito en sus planteamientos, difícil en su ejecución, lleno de errores, de matices y también de aciertos. Era, ante todo, necesario.
No sé si soy el único al que esta ensoñación le parece más lógica que todo lo que se está viviendo en Cataluña estos meses.
Recupero una entrada de este blog de diciembre de 2011, donde citaba a Schattschneider:

La definición de las alternativas es el instrumento supremo del poder. Aquel que determina de qué se trata la política maneja a la nación, porque la definición de las alternativas es la elección de los conflictos y la elección de conflictos localiza el poder
No nos olvidemos de las cosas importantes.

lunes, 10 de octubre de 2016

Partido en propiedad

Me surgen preguntas que podrían parecer obvias pero que, vista la realidad política que vivimos, no son baladí. ¿De quién es un partido político?
-          ¿De los militantes?
-          ¿De los votantes?
-          ¿Del aparato del partido / estructura?
-          ¿De todos/nadie?
En la práctica estamos viendo que los partidos son de sus dirigentes, capaces de convocar o no a sus militantes de acuerdo a los intereses perseguidos, de agarrarse a sus estatutos aunque estos ardan si así les conviene, o de hacer un avión de papel con ellos, según el viento que corra…
¿El criterio de los órganos del partido es más cualificado que el de los militantes/votantes? ¿Tiene sentido o tienen derecho a ejercer esa supremacía ideológica? ¿Podrían regularse estas “injerencias” orgánicas para responder a un modelo participativo más real? ¿Hasta qué punto podríamos acercarnos a ello sin trabar demasiado la funcionalidad? Recordemos el siglo en que vivimos, el tele-voto, por ejemplo, tampoco nos insisten con eso, ¿no? Deben pesar más las estructuras creadas, con sus dineros, sus sillones y sus expectativas de status quo, más que los ideales, tan blanditos.

Quizás por eso todo se reduzca a un tema de poder, el anillo único y esas cosas…