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jueves, 20 de septiembre de 2018

Estrategia y capitalismo


Propongo un enunciado: aquellos partidos políticos que basan su acción (política) en una estudiada estrategia (cualquiera) en realidad se están sumiendo a los principios básicos del capitalismo.
Sostengo que existe un paradigma, el de la estrategia, que se podría definir como aquellos actos que están regidos por un profundo estudio y cálculo de diferentes escenarios adoptando las acciones que optimizan el resultado según el objetivo de éxito deseado.
Puesto en claro: el objetivo deseado es ganar las elecciones; la estrategia es todo aquello que acerca a ese objetivo, una ejecución de acciones que son instrumentos para alcanzar el fin.
Tampoco podemos decir que no sea enteramente lícito esta forma de actuar, en resumen es solamente un querer ganar y planificar/actuar para ello.
El peligro y el truco se encuentran cerca, porque ¿cuál es el sistema de valores que sirve de matriz para el proceso? ¿Dónde están los límites? ¿Qué principios rigen? Las respuestas pasan por saber en qué tipo de sociedad vivimos, la cual, sin rasgarnos vestiduras, es una sociedad de consumo y de mercado, y son precisamente estos los principios rectores de muchas estrategias. Los partidos políticos quieren “comprar” una victoria, y tiene que “pagar” diciendo y desdiciendo, atacando y defendiéndose, ocultando y mostrando, campan sin principios desde una ética mercantilista. Compran argumentos, hoy los defienden y enarbolan, mañana los proscriben, calculan sus palabras para que tengan el mayor calado posible en la gente, contentan a todos los bandos necesarios, se instalan en la ambigüedad, hacen gestos para contentar, cambian de dirección a golpe de encuestas sociales, cocinan datos para vender su perfil bueno, lanzan globos sonda para saber si una medida va a tener o no oposición, viven del eslogan y ocultan el detalle, anuncian y publicitan, sincronizan inversiones y elecciones…
¿No podemos observar similitudes con un sistema capitalista? Nos han birlado la esencia como si fueran trileros. El “debe” es el de un partido que tenga unos principios y valores, una forma de entender la vida y la sociedad, que transmita esa forma de comprender y que haya una masa de gente que piense como ellos y les voten, el “haber” es el de un partido que tiene principios vagos y variables, que adapta sus palabras de forma calculada para intentar que el mayor número de gente les vote. La diferencia está entre un partido que tenga seguidores, y un partido que busque seguidores, en el matiz está la enorme perversión, porque para lo segundo, para buscar seguidores entran en una lógica de mercado, compran y venden lo necesario (argumentos, palabras, acciones…) para tener más votos que el rival. Son dos mundos diferentes, uno pone el foco en decir “entiendo que mis principios contribuirán a hacer una sociedad mejor, los voy a explicar a ver quién se une a mi proyecto”, en cambio el otro dice en plan grouchesco “tengo unos principios, pero si no les gustan tengo otros, qué tengo que hacer para que me votes”, y para que les votemos son capaces de bailar, pedir, amenazar, asustar, sonreír… el 2.0 del clásico “besar niños”.
Cierto es que aún quedan vestigios de ideologías, y que hay acciones reconocibles de un gobierno de derechas y hay acciones reconocibles de un gobierno de izquierdas, pero hoy cualquiera puede ser de izquierdas y vender armas a un gobierno autoritario, y además explicarlo, no nos confundamos. La derecha es quizás más franca con este capitalismo que defino porque creen en ello y no lo ocultan desde el enfoque neocon o neoliberal, lo cual tampoco la exime de mercantilizar sus principios.
La estrategia política hoy, al menos en España, es capitalista, no tenemos a nadie que se resigne a perder por tener principios, el principio es más bien el de comprar y vender todo lo que permitan las bases con tal de acercarse hasta la victoria, siempre.
¿Para cuándo una pedagogía que nos enseñe el valor de la derrota?

viernes, 29 de diciembre de 2017

Política y estrategia

Empiezo por una conclusión: la principal estrategia de la política es aquella que busca perpetuarse a sí misma en el poder o, en su caso, acceder a él. Para ello (y para ellos) es aceptable incurrir en contradicciones de discurso, siendo conscientes de que deben existir, si bien intentan separarlas en el tiempo lo máximo posible. Es por tanto un proceso consciente e implícitamente reconocido.
¿Qué provoca esto?
Dejando de lado los asuntos éticos, que ya podrían articular cualquier discurso de crítica, el principal problema es que este enfoque de estrategia de autoperpetuamiento choca frontalmente con los enfoques orientados a la resolución de los grandes retos a largo plazo del país. Y me explico: podemos identificar algunos de los problemas que deberían preocuparnos como sociedad:
-       El cambio climático, la desertización de la península, la sequía, los trasvases y los usos del agua.
-       La pirámide demográfica, acercándose a una base invertida, sin garantía de futuro con las pensiones, con una demografía escasa y descuidada a nivel de Estado
-       Un hipotético futuro colapso de los sistemas de seguridad social debido al incremento de personas mayores, tal y como se menciona en el punto anterior (menos contribuyente, más beneficiarios, más personas con mayores necesidades de atención sanitaria)
-       La degradación de la ciencia, el escaso apoyo a los jóvenes investigadores, la continua fuga de cerebros hacia países que les valoran y les apoyan, y la repercusión que tiene en nuestra de nuestro país, aún demasiado basado en el sector servicios, incapaz de generar un industria puntera
Podemos pasarnos meses hablando únicamente de Cataluña, para después seguir aún más meses hablando únicamente de Cataluña, pero en cambio estos temas no despiertan encendidos debates, ni exigencias sociales, ni emprendimientos políticos. La política los engloba con arte en su caja de música desde donde enmascaran con voz melosa su calado, nos ofrecen golosinas y palabras, y lo aceptamos. ¿Por qué? (Y aquí la parte que también nos implica al resto de ciudadanos). Porque:
-       No les interesa
-       No nos interesa
-       No lo conocemos
-       No sabemos alzar la voz
-       No amplifican nuestra voz
Mezcla de todas, posiblemente.
Lo que está claro es que los políticos tienen una responsabilidad con el país, tienen acceso a todos los consejeros o asesores que requieran para ejecutar sus labores con profesionalidad, pero desdeñan todo aquello que huele a largo, a impopular, a parco en réditos a corto plazo… Es gravísimo, y no pasa nada.
¿No hablamos hace poco de esta sociedad del titular y del instante?
¿Alguien quiere gritar?