sábado, 3 de marzo de 2012

Olvido en política

Política y olvido. Es feo cuando la política se liga de forma implícita al olvido. ¿Es lícito criticar lo que antes no criticaste? ¿Es verdadero llorar lo que antes ignoraste? ¿Es verdadero vivir la situación antes que los ideales?
Porque la situación marca una necesidad de estrategia.
Por el contrario los ideales requieren una honradez.

Cuando la política y los políticos viven la situación puede ocurrir que…

Puede ocurrir que en el mejor de los casos tengan un deseo sincero de ayudar a la sociedad, puede ser que sean conscientes de esa idea tan afín al político de que los cambios vienen desde el dominio del poder, puede ser que crean en ese bien mayor y planteen un escenario de buenos y malos, o de verdad y mentira, o de acierto y equivocación, es todo lo mismo, es factible pensar que pensarán estrategias para controlar ese poder, estrategias en las que en medio quedan los ciudadanos, aquellos a quienes al menos en teoría al final sirven, las estrategias se plantean como se plantean las estrategias en nuestro pensar occidental, es decir, aprovechar la situación, decir blanco cuando blanco proceda ser dicho, o decir negro cuando ello proceda, pensar bien la aritmética del voto, esto con un cierto, existente y excusable matiz de coherencia ideológica.

Cuando la política y los políticos viven las ideas que les unen ocurre que…

Ocurre que ese político no olvida en lo que cree, y dirá siempre lo que cree, sin tratar de excusarse, no tratará de manipular al ciudadano con su lenguaje, porque eso es insultar al ciudadano al falso precio de optar a seguir manteniendo el poder, no pretenderá estar en el poder más allá del alcance de sus ideas (la escena política muestra que el poder se mantiene a base del uso del poder, en vez de la posibilidad de mantener el poder en base a las ideas, siendo más limitado y verdadero el segundo caso). Por eso este político piensa bien lo que dice, porque el oportunismo no está en su agenda, y su vida profesional será seguramente más corta e injusta.

Queda sólo condenar los alejamientos, rescatar la memoria y deslegitimizar el intencionado olvido, porque ocurre con excesiva frecuencia y con igual y excesiva complacencia de los respectivos incondicionales.

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