De un tiempo a esta parte se han
instaurado costumbres periodísticas basadas en la comparación de declaraciones
de una misma personalidad política en diferentes momentos, maldita hemeroteca,
por hacer branding, bendita hemeroteca diría yo, y de esta actividad podemos
resumir que:
- Declaraciones contradictorias, según el
interés del momento, son la tónica general de nuestro funcionamiento
político. El que hoy defiende A, mañana denigra A, según haya cambiado
alguna coyuntura. Y el que ayer atacaba B, hoy defiende B, y lo explica
con una naturalidad pasmosa, con argumentos autoevidentes.
- Sabiendo lo anterior, tan generalizado,
nadie hace por que pase algo, no hay una responsabilidad detrás, nadie
exige la más mínima responsabilidad, tan solo se usa como metralla
cruzada.
- Nadie hace nada porque la práctica totalidad
de los actores políticos está en el mismo juego, todos parecen tener los
principios a los que aludía Groucho, que si no gustaban siempre tenía
otros. Y el que está limpio tiene como mochila un partido con gruesas
contradicciones al que tiene que defender si quiere mantenerse en su
estructura.
- A los votantes parece que nos vale, es como
un ruido ambiente. Como todos están en lo mismo es como si ninguno tuviera
culpa, y en definitiva no pasa nada.
- El drama está en que aceptamos vivir en las
palabras precarias, sin compromiso, coyunturales, hemos aceptado el
divorcio en la verdad. Una verdad ya no es hasta que la muerte nos separe
(hasta que el universo deje de existir), una verdad es hoy verdad hasta el
momento en que ya nos interese, entonces haremos un divorcio exprés y
constituiremos una verdad alternativa, distinta más adaptada a nuestros
intereses en ese momento (¿la famosa posverdad?)
- Estamos perdiendo la utilidad del lenguaje,
lo estamos subyugando en exceso a nuestros intereses. Hablar gozaba de una
cierta objetividad, al decir que algo es azul describimos algo objetivo,
ajeno a juicios. Hoy lo estamos reconvirtiendo a algo transitorio,
perentorio, poco de fiar. Lo que antes valía como palabra hoy necesitamos
firmas y certificados, para poder fiarnos. La palabra es moneda devaluada,
no sirve para comprar certezas.
El análisis debería ser más amplio y
no ceñirse únicamente al ámbito político. Sí es cierto que en este ámbito se
expresa y se aprecia sin tapujos. Pero intuyo que es un síntoma que concierne
al conjunto de la sociedad, a dinámicas que ocurren muy dentro de nuestro
funcionamiento como cultura y sociedad.
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