sábado, 16 de noviembre de 2024

El máximo exponente del asco: la DANA y la política

No caben palabras de autocomplacencia después de más de 200 muertos, deben saber que ahí no entran las palabras bonitas, suenan a chiste de mal gusto. No pueden hablar con redondeces para describir las aristas de la realidad. No pueden montar un juego en el que cada uno acusa al otro en lo global, dejando entrever que ellos hicieron lo correcto y que las muertes competen al otro. Dan puro asco. Dan puto asco. 

Abundan negligencias suficientes para que todos sientan el pecado cerca y muestren un poco de humanidad, y no esa tosca estrategia de pureza con hedor a muerte. Deberían reconocer errores y sentarse para hacer un pacto de sangre para que nunca vuelva a ocurrir así.

Porque el agua volverá, eso no lo dudamos. Pero nos debe encontrar eficientes, habitantes del siglo XXI. Tecnológicamente preparados. Enterremos en ese lodo los egos, sus egos, y permitan sus señorías que se creen protocolos tecnócratas en el que nadie tenga que salir de un restaurante para evaluar si le interesa declarar o no una emergencia nacional, y nadie diga que pone a disposición los medios necesarios si se solicitan, y nadie, en definitiva, mate por inoperancia e incomparecencia, no dejándoles NUNCA la opción de evaluar si decir o no una palabra les va a enfangar metafóricamente. Mientras la gente muere.

Hace unos 20 años, un joven ingeniero que hoy escribe este blog, acudió a un centro de gestión de incendios. Ya entonces, en esa comunidad autónoma, cualquier conato de incendio se evaluaba desde todos los ángulos técnicos posibles, anticipando su peligrosidad en base a la orografía, condiciones climáticas en tiempo real (temperatura, viento...), creando un modelo capaz de prever la evolución del fuego, y si se estimaba una alta probabilidad de peligro se enviaba, de forma automática (sin mediación política) un helicóptero para iniciar las tareas de extinción y estimar si se requería un mayor número de medios.

Hace 20 años.

Por eso esto a muchos nos parece atávico, de otra era. Personas presas de una catástrofe natural aisladas durante más de 4 días, sin ejército, ni helicópteros, ni médicos, ni nada. Bomberos franceses llegando los primeros a alguna localidad. Vuelve a parecer un chiste malo. Política bizarra.

Y volvamos a ellos, en sus escaños, o asientos, o sillones, igual da. Hablando de cosas y de palabras, asignando culpas siempre a ellos. Diciendo palabras bonitas contra los otros, ellos, siempre, sobre los que echan esas culpas mutuas. Pena de grito sordo el mío, porque a mí me avergüenzan en cada célula, me hacen, creo que justificadamente, odiarles.


miércoles, 9 de octubre de 2024

La política y los iguales

La vida nos acerca en ocasiones a gente inesperada, incompatible con nuestro carácter, pero en situaciones que favorecen la convivencia, el roce, y, por qué no, el cariño. También sucede lo contrario, nos aleja de personas de cuya compañía disfrutaríamos con alegría. Hechos, situaciones, coincidencias, ritmos... todo ello configura nuestro tablero de vida, en el que, después de no haber tirado los dados, nos ha tocado jugar. Así muchos de nosotros interconectamos con un grupo heterogéneo, con denominadores comunes, pero con configuraciones cerebrales muy distintas; con ello se sintetiza, se contextualiza y se relativiza, llegamos a equilibrios de conveniencia, que son también equilibrios.

Hay, en cambio, otros, que eligen tener una identidad muy marcada, una ideología que traza con precisión la línea del bien y del mal. Ese sentimiento de unión puede ser muy potente, y genera gran cantidad de energía, la cual, en demasiadas ocasiones, es difícil de dirigir. Si materializamos la metáfora podríamos hablar de una superficie con aristas afiladas, como la hoja de un cuchillo.

La política actual se identifica más con el segundo caso que con el primero. Hablamos más de sentimiento de grupo, de nosotros contra ellos, de nuestras ideas frente a las suyas, de allá se descalabren, y cuanto más les duela mejor. Ahí viven ellos, diría que casi todos, con ese escaso sentimiento de comunidad, pensando más en dirigir que en coordinar, pensando más en ellos que en todos.

Valoramos positivamente, en lo que supone una generosidad conceptual, el trabajar por nuestros iguales, cuando debería ser algo más inclusivo: trabajar, también, por nuestros diferentes, ellos, los que pueblan junto a nosotros nuestras calles, aquellos que cuentan chistes que no despiertan nuestra risa, pero que son compañeros, amigos, desconocidos... todos entran, como nuestros afines, tan humanos... 

miércoles, 12 de junio de 2024

La camiseta de Zelenski

Veo un encuentro oficial entre dos presidentes, uno de ellos en camiseta. Son tiempos de guerra (allí), no está la cosa para guardar formas ni excesivos protocolos, todo debe hablar, hasta la indumentaria. Queda patente la diferencia entre lo importante y lo accesorio, más que nada lo accesorio, lo que sobra.

Damos un valor al protocolo que no lo tiene, pero se lo damos. No llevar traje en algunas circunstancias se interpreta como una falta de respeto. O no llevar corbata, o limitar la cortesía, vete tú a saber.

La mujer del César no solo debe ser sino parecer, se dice. Nos hemos quedado más con lo segundo que con lo primero. En ocasiones olvidamos la esencia para quedarnos con la apariencia. La (ya casi denostada) posverdad va por ahí: da igual todo, pero las formas importan, contradícete, pero con elegancia.

Y es triste, pero ahí habitamos, perdemos la esencia, guardamos la apariencia. En ese lugar residen gran parte de nuestros debates de primera línea política, ofendámonos con pudor mientras actuamos más allá de la ética.

miércoles, 22 de mayo de 2024

La política y el inglés

Últimamente escucho bastante la BBC, quiero reforzar mi escaso dominio del inglés, y escuchar gente nativa hablando ese inglés británico, tan correcto en la mayoría de las ocasiones, es una buen forma de educar mi dura mollera. En ello me doy cuenta de que la construcción del discurso en ocasiones se plantea de formas diametralmente opuestas, me explico: 

Escucho noticas, las noticias son abruptas porque te hablan de cualquier ocurrencia, la anécdota más estrambótica ocurrida en cualquier confín de la Tierra puede tener su momento de gloria, pero el discurso de alguna forma se hace para que todo refuerce el contenido a transmitir, existe a veces redundancia, a veces suavidad, casi siempre ambas, de forma que aquello que se escucha converja al mensaje a transmitir.

En otras ocasiones escucho programas en directo, a veces con un formato cómico, pequeños monólogos. La estructura en estos casos es muy diferente, todo el discurso está estructurado con un juego de aguantar (en largo) para soltar (en corto). Se prepara el chiste, la gracia, la ocurrencia, se alimenta, se da carrete, se amasa, se prepara, se orienta, y al final, de forma súbita, se suelta el golpe, generando la sorpresa y habitualmente la risa. Nunca me suelo enterar. Si pierdes la frase final, habitualmente no llegas a captar el sentido global. 

La política y el hacer político debería ser como lo primero: redundante y suave, reiterativo e incluso cansino, una propuesta coherente, casi sin aristas, donde cada decisión tomada vibrara con el resto de haceres pasados. En cambio, cuando uno percibe desorientado la actualidad política, como si no entendiera el idioma en que hablan... algo pasa.

sábado, 20 de abril de 2024

Política y entropía

El enfoque es muy sencillo: la vida tiende a la entropía, y hay quien se afana, en algunos momentos, a recuperar el orden que se desvanece sin pausa. Cualquiera en una casa con niños lo entiende, puedes recoger en cualquier momento para ver que, después del orden, siempre vuelve el caos. El equilibrio, si llega, lo da nuestro trabajo. La fuerza es la entropía, el contrapeso, nosotros.

Así, sin más, debiera ser el hacer político. La sociedad tiende a la entropía de la misma forma que el orden no surge solo: hay que mimarlo, quererlo, buscarlo, trabajarlo, perseguirlo. Y cierto, algún hacer estará teñido por ideología o adoctrinamiento, pero no cabe duda que la dirección que debieran seguir no deja de ser clara; todo sucumbe al tiempo, a la negligencia y al inmovilismo. Necesitamos fuerza activa que invierta su energía en invertir el desorden que tiende a invadirnos como la mala hierba. Siempre habrá trabajo para generar, para tejer, para arreglar, para cultivar. Exhaustos deberían llegar a sus camas por la noche.

Pero parece que algunos embrollan y enmarañan, estrategas profesionales que mienten y desmienten, que juegan a otro juego que no es el de crear paz.

miércoles, 27 de diciembre de 2023

Mandar obedeciendo

Los que en la noche andan hablaron: "Y vemos que este camino de gobierno que nombramos no es ya camino para los más, vemos que son los menos los que ahora mandan, y mandan sin obedecer, mandan mandando. Y entre los menos se pasan el poder del mando, sin escuchar a los más, mandan mandando los menos, sin obedecer el mando de los más. Sin razón mandan los menos, la palabra que viene de lejos dice que mandan sin democracia, sin mando del pueblo, y vemos que esta sinrazón de los que mandan mandando es la que conduce el andar de nuestro dolor y la que alimenta la pena de nuestros muertos. Y vemos que los que mandan mandando deben irse lejos para que haya otra vez razón y verdad en nuestro suelo. Y vemos que hay que cambiar y que manden los que mandan obedeciendo, y vemos que esa palabra que viene de lejos para nombrar la razón de gobierno, de `democracia', es buena para los más y para los menos."

https://es.wikisource.org/wiki/Discurso_del_Subcomandante_Marcos_%22Mandar_obedeciendo%22 

Lo bonito de esta idea es lo de mandar obedeciendo, esa humildad tan perdida que choca contra la idolatría y el individualismo. Aquí los que mandan mandan mandando, parece lógico, pero deberían mandar obedeciendo, eso debería definir el hacer político. Y no. Impera la perpetuación, el continuismo, el "be liquid" y, en definitiva, el atavismo político, entendido como poder. Suena abstracto, pero hoy aquí reina el personalismo, y sobran los votantes, desde el momento en que votan.

Mandar obedeciendo suena a utopía

miércoles, 15 de noviembre de 2023

Alta política II (pedanías)

Imaginaros... bueno, spoiler, no os imaginéis, tal cual.

Una pedanía y una población mayor, llamémosles B y A.
La pedanía (B) tiene unas pequeñas praderas. La población (A) no tiene espacios como esas praderas, por lo que es habitual que gente de A vaya frecuentemente a las praderas de B para comer, merendar... disfrutar.
B considera que eso no es justo, que se están sobre-explotando sus praderas (que A está sobre-explotando sus praderas). Por ello decide regular el uso de las mismas. No se podrá hacer picnic sin más. Habrá que pedir permiso al Ayuntamiento de la pedanía, que lo tiene. Venga vale, se puede hablar, ¿por qué no? Quizás A, que es más grande, se lo tenga que currar y dotar de más espacios como ese para uso común (de A y B).
Todavía no hay una regulación aprobada, por lo que el equipo de gobierno de B decide tomar medidas preventivas.
Decide(n) inundar las praderas (????) para que no se usen, creo que mientras se aprueba la normativa. Si vas y coincide, a mí me pasó, te lo cuentan.
El equipo de gobierno de B se enorgullece de su sinceridad al contarte todo, como si la franqueza le salvara. Si quiero una respuesta oficial, me cuentan, me dirán que la inundación de las praderas es un criterio del área de jardinería, siempre hay una respuesta elaborada para cualquiera que la pida. Soy Ingeniero de Montes, le digo, y me parece una barbaridad utilizar el agua de esa manera, te explico lo que hay y te doy la respuesta que quieras, me viene a decir. Es una barbaridad, le digo. Somos afables al hablar, pero es una barbaridad.
No podemos usar el agua (en abundancia) para conseguir un efecto disuasorio. No tenemos solución mejor, me dicen. Pregunto signo político, ya por curiosidad. Mezcla de siglas, se entrevé gobierno "progresista". No entiendo nada. 
Entramos (me encanta) en analizar las palabras con que defienden lo suyo. El agua la gastamos en esto. El agua no hay que gastarla, le digo, hay que usarla. Cambio la palabra si quieres, me dice. Pero importa la idea que hay detrás. El agua se gasta, es nuestra, y por ello hacemos esto con ella. Lejos evidentemente queda la concepción de sociedad, la certeza de la sequía que define nuestro futuro como país. Cerca queda la obviedad de que ese agua que pasa por la pedanía es mía, y por tanto la gasto en lo que quiera.
Es como la altura de miras pero al revés.
Apelo a un sentido común veo que en ocasiones escaso. Pensémonos como sociedad, pensémonos en ubuntu, todos ganamos, o todos perdemos.

P.D. Sin tapujos, hablamos de Aranjuez y del Cortijo de San Isidro, por si algún (exiguo) lector tuviera la curiosidad.