viernes, 19 de noviembre de 2010

VOTO ÚTIL

¿Qué ocurre con este concepto en ocasiones recurrente en la dinámica electoral? Al voto útil se le conjura en nombre del signo político (de la derecha o de la izquierda). Voto útil es presente, es desdeñar el matiz en favor de la idea generalista. Voto útil es simplificar. Es corto plazo. Significa un “renuncio al grupo en el que más me identifico por otro con el que me identifico menos que tiene más opciones, para así hacer frente a uno que también tiene opciones y me gusta mucho menos”, así de largo. Significa también una apuesta por disolver los elementos diferenciadores en beneficio de ideas más generales y englobadoras. Significa renunciar a la identidad propia de lo minoritario para acercarse a dicotomías simplificadoras. Surge la pregunta: ¿y no será mejor que nos gobierne una idea lo más general posible? Ciertamente es deseable esto antes que llegue al gobierno una idea minoritaria, porque lo minoritario representa menos. De lo que se trata, no obstante, es de asegurar la existencia de las minorías en unas “condiciones dignas”.
La tesis que aquí se propone es que la realidad es excesivamente compleja como para aceptar la utilidad del voto útil, comparándolo con su precio. Es decir, lo que nos cuesta el voto útil (renuncia a la diferencia) no tiene una utilidad evidente en un medio plazo dadas las condiciones complejas de la realidad (un resultado adverso puede servir como revulsivo para articular con más fuerza un movimiento político, un resultado positivo puede servir para morir de éxito, por reflejar el argumento más desequilibrante, y menciono solamente dos ideas de este mar de complejidades).

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