Últimamente escucho bastante la BBC, quiero reforzar mi escaso dominio del inglés, y escuchar gente nativa hablando ese inglés británico, tan correcto en la mayoría de las ocasiones, es una buen forma de educar mi dura mollera. En ello me doy cuenta de que la construcción del discurso en ocasiones se plantea de formas diametralmente opuestas, me explico:
Escucho noticas, las noticias son abruptas porque te hablan de cualquier ocurrencia, la anécdota más estrambótica ocurrida en cualquier confín de la Tierra puede tener su momento de gloria, pero el discurso de alguna forma se hace para que todo refuerce el contenido a transmitir, existe a veces redundancia, a veces suavidad, casi siempre ambas, de forma que aquello que se escucha converja al mensaje a transmitir.
En otras ocasiones escucho programas en directo, a veces con un formato cómico, pequeños monólogos. La estructura en estos casos es muy diferente, todo el discurso está estructurado con un juego de aguantar (en largo) para soltar (en corto). Se prepara el chiste, la gracia, la ocurrencia, se alimenta, se da carrete, se amasa, se prepara, se orienta, y al final, de forma súbita, se suelta el golpe, generando la sorpresa y habitualmente la risa. Nunca me suelo enterar. Si pierdes la frase final, habitualmente no llegas a captar el sentido global.
La política y el hacer político debería ser como lo primero: redundante y suave, reiterativo e incluso cansino, una propuesta coherente, casi sin aristas, donde cada decisión tomada vibrara con el resto de haceres pasados. En cambio, cuando uno percibe desorientado la actualidad política, como si no entendiera el idioma en que hablan... algo pasa.