lunes, 24 de septiembre de 2018

Pedagogía de la derrota


Posiblemente alguien ya habrá tratado el valor pedagógico de la derrota.
Por partir de algo partamos de nuestra realidad social. En ella se idolatra a los triunfadores, a los mejores deportistas, a los grandes empresarios, son modelos a seguir, porque los triunfadores son ricos y todos anhelamos la riqueza. Trascendiendo incluso al triunfo, a nivel social idolatramos la excepcionalidad, lo sobresaliente, ya no que sobresalga de forma obligada por mérito, sino que sobresalga, vivimos entre anécdotas y titulares: los peces más feos, las caídas más tontas, el equipo que más goles mete, el empresario que empezó de cero y hoy abre tres tiendas en China… todo nos vale, consumimos esa excepcionalidad.
No transitamos la derrota, salvo en la realidad, y mucho menos la valoramos. Nos damos de bruces contra ella, nos vemos envejecer sin éxitos importantes, sin despuntar ni ser flor de telediario, sin que despertemos comentarios al pasar, del tipo “mira, Luis Ángel, el que inventó..:”, pero aprendemos a sobrellevar ese fracaso relativo, nos volcamos a celebrar el triunfo de nuestra selección, gritamos “campeones”, y nos vamos a dormir con 10 pelos menos y un día más viejos, pero tranquilos, aceptamos esta realidad.
¿Y qué pasa si nos estamos engañando? ¿Y qué pasaría si aprendiéramos a enarbolar la derrota y a comprender que no es una derrota real? El señor que nace, vive y muere puede que contenga más sabiduría y paz que mil gurús, o no, o sí, o da igual. El problema está en idolatrar lo que sobresale sin saber que lo más bonito también puede estar en el otro lado. 
Porque, y entrando con pereza en política, por qué no adorar a un partido político que no hace más que perder y perder pero es firme en sus planteamientos y quizás incluso con ideas bonitas. ¿Acaso no tiene más valor que aquel otro que pervierte continuamente sus principios? Aprendamos a no admirar a los ganadores, porque muchos ganadores ganan a coste de algo o alguien; casi al revés, miremos con sospecha a aquellos que ganan. Bastante tienen con tener poder como para que encima reciban nuestra admiración. Y apreciemos las valiosas esquirlas que quedaron en el camino, que no lo consiguieron, pero que quizás tengan una historia digna de ser contada.
La victoria no es un valor, es una situación, aprendamos esto, hagamos política a partir de esto.

Pd. Veo perdedores en triunfadores y sí, veo triunfadores en perdedores. No es real todo lo que reluce.


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