miércoles, 16 de marzo de 2011

Poder

Con todas las expectativas que pudiera levantar este tema, realmente es muy fácil de plantear en sus términos principales. Para mí la cuestión fundamental se reduce a saber el precio al que compramos el poder en los procesos políticos.
El poder permite cambiar las cosas, pero la gran fuerza que tiene el poder es que también tiende a cambiar al que lo ejerce.
Planteado en términos más políticos:
1. El buen político prima a la sociedad por encima de sus intereses.
2. El político llega a tener (más o menos) poder.
3. El poder nos cambia a nivel de Ego, potenciándolo
4. El ego tiende a acentuar (obviamente) el yo en detrimento del tú (del resto)
5. Pueden aparecer invitados no deseados: deseos de visibilidad, afán de protagonismo, sensación de poder (que lo separaría del ejercicio del poder), sentimiento de invulnerabilidad, alteración en la percepción de la justicia de una forma auto-reflexiva (me lo he ganado con mi trabajo, sólo le he echado una mano, me lo merezco), etc.
6. Los “invitados” pueden ocupar al huésped y predominar sobre él (en ese caso el mal-político)
Esto, lógicamente, no tiene por qué ser así, es solamente que puede ser así y conviene tenerlo muy presente, porque entrando en esas espirales las facultades de percepción se alteran con facilidad.
Digamos que hay gente que a través de su vivir cambia la vida, gente a la que le cambia la vida, y gente como yo, que hacemos lo que podemos, e incluso menos.
Pero quedan aún cuestiones: ¿el partido político debe perseguir el cambio de las cosas o el poder para conseguir el cambio de las cosas? ¿hablamos de lo mismo o hay matices? Evidentemente las cosas no se cambian si no se pueden cambiar, es pura retórica y además es así, el poder se necesita. Y en este tema no ofrezco respuesta, el poder debe controlarse, ¿pero quién? ¿cómo? Y el clásico: ¿quién controla a los que controlan? Etc.

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